Por P. Fernando Pascual
Lograr consenso es un objetivo importante en la vida pública, sobre todo cuando existen temas en los que hay gran diferencia de opiniones.
Ocurre, en ocasiones, que algunos invocan el consenso con el fin de paralizar decisiones que irían en contra de lo que defienden.
Esto ocurre, por ejemplo, cuando ante el tema del aborto, quienes lo defienden bloquean propuestas de los grupos provida con la excusa de que “falta consenso” para frenar el aborto.
Invocar consenso tiene sentido desde algunas condiciones fundamentales. La primera: no todo puede ponerse a discusión, pues los derechos básicos no están sujetos a los cambios de opinión de la gente.
La segunda: no se puede paralizar una propuesta buena por el hecho de que haya quienes se oponen a la misma, pues entonces se llegaría a una parálisis social, que sería muy grave en temas importantes.
Esas condiciones están íntimamente unidas a otra mucho más importante: solo tiene sentido hablar de consenso cuando existe un deseo sincero de basarlo en la verdad.
Basar un consenso en la verdad significa estar dispuestos a renunciar al propio punto de vista cuando los argumentos esclarecen quién defiende lo justo y quién sostiene lo erróneo.
Por desgracia, todavía hoy existen grupos de poder que paralizan propuestas buenas porque van contra sus intereses egoístas, e invocan la falta de consenso para mantener leyes que van en contra de la verdad y la justicia.
En el tema del aborto, mencionado al inicio, la falta de consenso no puede ser excusa para mantener leyes con las que en muchos lugares son asesinados miles de hijos antes de nacer.
Si de verdad amamos la justicia y creemos que ningún ser humano inocente puede ser eliminado por quienes buscan imponer sus proyectos y deseos, entonces será posible que una amplia mayoría social diga no al aborto, aunque no se logre un consenso con quienes buscan que un delito sea visto como un derecho.