Por Raúl Espinoza Aguilera
El célebre escritor mexicano recibió varias influencias de destacados literatos:
En primer lugar, de William Faulkner (1887-1962) quien pertenece a la “Generación Perdida”. Nació en Oxford, Mississippi, al sur de Estados Unidos. De esas tierras campiranas extrae personajes para sus novelas: El Ruido y la Furia, Pylon, Mientras Agonizo. Las vidas de sus protagonistas se mueven por la fatalidad; sus compañeros de viaje son lo sórdido y lo cruel. Faulkner nos muestra a un mundo sumergido en la incomunicación, en el egoísmo. Por ejemplo, en sus personajes de la novela Mientras Agonizo; aparecen necios y brutales y por encima de los lazos de sangre, se comportan como bestias salvajes e irracionales.
A Faulkner le preocupa el hombre y la violencia. Le toca vivir las dos Guerras Mundiales y recibe la herencia de la Guerra de Secesión en la Unión Americana. Sostiene que el hombre ante las batallas se despersonaliza; pierde los valores, la razón y vive en un estado de continua incertidumbre y angustia. Recibió el Premio Nobel de Literatura en 1950.
Faulkner parte de un condado imaginario. Utiliza –junto con John Dos Passos- técnicas nuevas de la narrativa: los repentinos cambios de tiempos, personajes y sucesos, que le dan a la novela un ritmo nuevo y una capacidad para retratar a toda una sociedad de un modo más ágil e impactante.
También influyen en Juan Rulfo escritores del siglo XIX, como: Honoré de Balzac, Eugenio Sué, Guy de Maupassant, etc. Es una literatura pesimista; de denuncia de injusticias, de la corrupción y de las lacras sociales.
Juan Rulfo toma ese ejemplo de Faulkner y crea sus condados imaginarios a los que llama “Luvina” y “Comala” en Jalisco, en los que vierte su experiencia interior de la vida, sus vivencias externas en una zona geográfica que le es familiar en un ambiente agobiante y mortecino.
Juan Rulfo nació en Sayula, Jalisco, el 16 de mayo de 1917. Vivió de lleno la Guerra Cristera (1926-1929) siendo apenas un niño, pero las imágenes de crueldad y de la sangre derramada se conservaron imborrables en su memoria. A su padre, su abuelo y a un tío los mataron los soldados del Presidente Plutarco Elías Calles. Su madre murió cuando contaba con doce años y, después de un permanente vagar por diversas casas de sus parientes, fue internado en un orfanatorio. Ese sentimiento de orfandad, se extiende por toda la obra de Rulfo: Macario, el primer cuento de El Llano en Llamas (1953) es el embrión de Pedro Páramo (1955), su segunda gran obra.
Juan Rulfo, en El Llano en Llamas, es el huérfano maltratado, incomprendido y sin hogar. Experimenta la soledad y el vacío afectivo. Acaba cautivándole un mundo mágico y misterioso que le parece observar en la naturaleza nocturna y en los muertos.
El niño es el eslabón de unión entre Macario y Juan Preciado, el protagonista de Pedro Páramo. Este niño humaniza al mundo animal porque no alcanza a distinguir entre el hombre y la bestia debido a que ha presenciado demasiada crueldad en ambos.
Los personajes de Rulfo se refugian en el alcohol para poder mitigar el dolor de la angustia y de la propia derrota ante una naturaleza adversa y destructiva.
La obra de Juan Rulfo es eminentemente de denuncia social: se duele que los indígenas sigan viviendo una vida marginada y apartada del progreso. Le preocupan el hambre, las injusticias, los abusos de los poderosos, la cínica demagogia y la anarquía en el campo.
Desde el punto de vista literario, Rulfo es un narrador omnisciente, es decir, que todo lo ve, lo observa, lo sabe y lo predice. El monólogo interior, la simultaneidad de planos, la introspección, el paso lento son usados por este escritor con óptimos resultados. Sus descripciones son siempre lacónicas, sintéticas, compactas. No le sobra ni le falta ni una palabra y no escribe con barroquismo verbal. Es un cuidadoso artesano del arte de escribir.
Juan Rulfo es considerado como uno de los escritores de América Latina más importantes del siglo XX y de México.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 11 de julio de 2021 No. 1357