Por Alfonso G. Miranda Guardiola, obispo auxiliar de Monterrey
El 16 de noviembre del 2020, el joven filósofo español, Diego S. Garrocho, publicó en el periódico El Mundo, un artículo titulado: ¿Dónde están los cristianos?, donde hacía referencia, a que excepto el Papa Francisco y su encíclica Fratelli Tutti, no había presencia católica en los debates públicos y sociales. Que a diferencia de antes, cuando notables pensadores como Gianni Vattimo, Rémi Brague, el mismo cardenal Ratzinger, hoy había un gran vacío, hoy se echaban de menos, pensadores de esa talla, que tuvieran incidencia valiente y concreta en las difíciles cuestiones que se debaten en los medios, en los parlamentos, en los foros nacionales e internacionales.
Tres días después, otro español, Miguel Ángel Quintana, en el periódico The Objective, relanzaba la cuestión, señalando, que no existe dispensa, para no posicionar pensamiento católico ante el gran público, teniendo esa enorme maquinaria comunicativa que tiene la Iglesia a nivel nacional e internacional (asociaciones, organizaciones, institutos, congregaciones, universidades, por mencionar solo unos cuantos). Y detonaba una cascada de artículos con esta sentencia: “un buen modo de demostrar que Diego y yo, estamos equivocados, sería que radios, televisoras, universidades, portales digitales, editorialistas y comunicadores católicos recogieran este guante. No tomarlo como una ofensa, sino como un reto para batirse en un duelo intelectual y mediático”.
Les platico mi experiencia: en el 2016, cuando llegaba a la ciudad de México, a la Secretaría General de la CEM, se proponían iniciativas legislativas y presidenciales que tenían que ver con el aumento en la portación de la droga, la NOM46, que permitía el aborto en caso de violación, y el paquete de iniciativas a favor del matrimonio igualitario, y en ese escenario, se echaba mucho de menos, la participación de las universidades y de pensadores católicos, que hablaran valientemente e iluminaran al respecto, que incidieran en el debate público que tanto urgía. Solo dos o tres universidades, publicaron alguna postura, y pues, de todos modos, laicos, sacerdotes y obispos, tuvimos que enfrentar la situación, no exentos de numerosas demandas, logrando en aquella ocasión detener algunas de estas iniciativas.
Durante la pandemia por el covid 19, del 2020 al 2021, sobresale el trabajo efectuado por la Dimensión episcopal de pastoral social, educación y formación del Clero por las acciones y múltiples coloquios virtuales que han realizado. Junto con ellos, existen otros organismos eclesiales, diócesis, institutos, que han hecho un gran esfuerzo, sin embargo, dada la poca incidencia, y la amplitud de los problemas y desafíos nacionales, es, sinceramente, insuficiente.
Recientemente, hace apenas un mes, en junio 2021, la Suprema Corte de Justicia de la Nación, aprobaba el uso lúdico de la mariguana en México, que fue nota ampliamente difundida, pero que, por parte de la Iglesia, prácticamente hubo un gran silencio, echándose mucho de menos, pensadores que dieran luz sobre este delicado tema; ahora mismo se está aprobando el aborto en varios estados del país (Oaxaca, Hidalgo, Veracruz), y se echan nuevamente de menos posiciones fuertes, profundas, valientes y sólidas, de parte de los amplios sectores de la Iglesia, desde obispos, hasta laicos, estudiantes, maestros de universidades e institutos católicos, o centros de reflexión cristiana.
¡Cuánto nos gustaría que se multiplicaran los foros, los coloquios, los debates, los webinars, las conferencias, los talleres, digitales o presenciales, así como artículos de periódicos y revistas, por parte de pensadores y comunicadores católicos, de obispos, sacerdotes y laicos, de tal manera que llegáramos al gran público, y participáramos oportuna y abiertamente en las discusiones que tienen real incidencia social, política, cultural y moral, en nuestro país!
A la manera de los pensadores de gran repercusión universal ya mencionados, incluyendo a Romano Guardini, Teilhard de Chardin, Teresa de Calculta, Gustavo Gutiérrez en América Latina; en México, ¿quiénes serían los pensadores, los comunicadores católicos referentes, que estén incidiendo en estas importantes cuestiones señaladas?
Me queda claro el trascendental papel que juega la Iglesia católica en la actual coyuntura histórica, y lo que la sociedad demanda y espera de la Iglesia, y de que, de lo que haga o deje de hacer, de lo que diga o deje de decir, marcará su relevancia o irrelevancia en la realidad desafiante de nuestra época.
Una cosa más, hago mías las palabras del filósofo Diego Garocho y de Miguel Quintana: Si no es cierto que están ausentes los pensadores y comunicadores católicos, ante los enormes desafíos actuales (violencia, aborto, drogas, familia, pobreza…), pues, dejemos la palabra a las oficinas de comunicación diocesana y parroquial, a comunicadores y periodistas católicos, a las Universidades, a los Institutos religiosos y laicales, a periódicos y portales católicos, a escritores, editorialistas, a obispos y sacerdotes, a los hombres y mujeres, católicos comprometidos, para que respondan.
Y que la historia nos mida, si hemos estado o no, a la altura de nuestros tiempos.
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