Por Jaime Septién
Comenta Michel Zink en El juglar de Nuestra Señora que San Luis rey de Francia (1214-1270) solía decir que un hombre de bien “que vive con sencillez en el mundo en el lugar que Dios le ha puesto para cumplir su tarea cotidiana, vale más que un devoto, que, con peligro de volverse orgulloso, se impone obligaciones fuera de la común y se vanagloria de su vida ascética”.
Y el rey santo de Francia añadía que un hombre de bien vale más que un hombre valiente. “Porque hay en el mundo muchos hombres valientes que ni honran a Dios ni a su Madre, mientras que la valentía de un hombre de bien está en la humildad y el amor”.
Desde luego, el monarca francés (quien murió en Túnez, en medio de una Cruzada) hablaba del hombre refiriéndose al ser humano, y que mujer o varón de bien es quien entienda, desde la sencillez y la gracia, cuál es el lugar y la misión en el mundo y cómo debe perfeccionarse ahí, sin saltos, brincos o frustraciones. Su valentía está en lo que pasa por insignificante, por inútil, quizá como desperdiciando la vida a los ojos de “los exitosos”. A los ojos de la publicidad y del espíritu de consumo que nos atenaza y nos devora la existencia.
La regla del hombre de bien es la valentía de la humildad y el amor. ¡Cuánta valentía hubo en esa mujer, Teresa de Calcuta! Pasó una noche oscura durante décadas. Pero había escuchado la voz de Dios. Su lugar eran los desechados, los descartados. Fue y los tomó en sus manos. Siguió amándolos con una ausencia total de orgullo. Se hizo una con ellos. Y encandiló a miles, a millones de personas. A los cristianos nos dictó el mandamiento nuevo. A los no cristianos, les dejó una nota: “Así ama Jesús”.
TEMA DE LA SEMANA: A 24 AÑOS DE SU MUERTE, ¿SIGUE VIVA SU LLAMA?
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 5 de septiembre de 2021 No. 1365