Por Jaime Septién
En 1999, San Juan Pablo II escribió una Carta a los Artistas. Fue poeta, dramaturgo y actor. Comprendió el papel del artista, más aún, le parecía indispensable el arte cuyo sello de identidad estuviera impreso en la tradición cristiana, aunque no desdeñaba la obra de arte de los no creyentes.
Para el Papa, el artista es, en cierto sentido, un co-creador, alguien que tomando los elementos de la naturaleza y de la cultura les da nueva vida. Y esa “novedad” (por ejemplo, la novedad de una metáfora en la poesía de López Velarde) es la que crea asombro en el lector. Lo mismo sucede con la música, la pintura, el teatro, la danza…. El arte es un vehículo para ver con ojos nuevos la Creación.
Juan Pablo II dejó este mensaje a los artistas del Tercer Milenio: “Que la belleza que transmiten a las generaciones del mañana provoque asombro en ellas. Ante la sacralidad de la vida y del ser humano, ante las maravillas del universo, la única actitud apropiada es el asombro”.
El asombro provoca entusiasmo, único motor que hace posible enfrentar los desafíos cruciales que se avistan en el horizonte. Gracias a él la humanidad, después de cada momento de extravío, podrá ponerse en pie y reanudar su camino”. En palabras de Dostoievski: “la belleza salvará al mundo”, porque la belleza conducirá a Dios.
TEMA DE LA SEMANA: LA MUERTE Y EL MÁS ALLÁ: PREGUNTAS CON RESPUESTA
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 28 de noviembre de 2021 No. 1377