Son herramientas maravillosas, pero también causan muchos problemas de comunicación
Por Nelly Sosa
Esto puede sonar contradictorio dado que buena parte de mi corazón está puesto en compartir las maravillas de Dios en El Árbol Menta.
Pero siento que los tiempos que estamos viviendo nos hacen presa fácil de una excesiva inversión de nuestra vida en las redes sociales y de vez en cuando es importante hacer un alto, ¡tenemos que cuidar la paz del alma!
Además, al estar tanto en la pantalla podemos perdernos las risas, la naturaleza, las miradas de nuestros esposos o nuestros pequeños y no debemos porque son un gran regalo de Dios, por eso te comparto mi experiencia al ayunar de redes por una semana.
Tenía días, o más bien semanas, batallando para concentrarme al hacer oración. De todas formas, no quitaba el dedo del renglón. La oración es parte fundamental de mi vida. Si no empiezo mi día encomendándome a Dios, rezando, leyendo algo inspirador, ¡simplemente no funciono!
Me di cuenta de que algo realmente no andaba bien cuando quería ponerme en presencia del Señor y sin darme cuenta, yo sola me interrumpía a los dos minutos para “buscar algo” en mi teléfono.
Principalmente darle vuelo al scrolling en Facebook, Insta, Amazon o Etsy…
También empezó a saltarme a la vista cuando mis hijos o mi esposo me hablaban y me tardaba para contestarles por estar “checando algo”.
¡Qué peligrosos pueden ser las redes y los smartphones para la vida espiritual y familiar!
Todos sabemos que son herramientas maravillosas, pero también causan muchos problemas de comunicación en las parejas, de falta de atención a los niños y de estrés y ansiedad para nosotros los adultos.
Es muy fácil perder el rumbo, y es lo que me estaba pasando a mí. Así que… me armé de valor para hacer el reto de una semana sin entrar a mi página personal y a la de El Árbol Menta en Facebook y en Instagram.
Empecé un domingo y para el día siguiente por la mañana no sabía si podría lograrlo. En Cuaresma usualmente reduzco el uso de redes a los momentos en que toca publicar algo en El Árbol, pero jamás había optado por un ayuno de la tecnología tan fuerte.
Para el martes, al inicio del día, ya me había liberado del FOMO, esa constante necesidad de no perderme de nada en redes sociales, había brincado la ola. Paz y tranquilidad al fin… la maravillosa sensación de nadar en un mar en calma.
A partir de ese día empecé a sentirme mucho más tranquila, más paciente, más presente en las conversaciones de mis hijos, en sus reacciones, en sus necesidades y en las pláticas con mi esposo y mis suegros que estuvieron aquí unos días de visita.
La semana de break terminó, pero me dejó varios aprendizajes y te los quiero compartir por si alguna vez los necesitas (o yo los vuelvo a necesitar):
Por más maravillosas que sean las redes sociales cuando sigo a personas u organizaciones que aportan cosas bellas y constructivas a mi alma, es necesario (y urgente) regular el tiempo que paso frente a la pantalla. Si es necesario con horario “como los niños” (le leí esto a Homeschool Mom hace unos días y me dio risa y a la vez me hizo todo el sentido del mundo, no estamos exentos de la adicción a las pantallas).
Hay que insistir y persistir en la oración para poder ver nuestras áreas de oportunidad. Sólo cuando nos ponemos frente a frente con el Señor, podemos reconocer nuestros errores y ganar la fuerza para corregirlos y aprender de ellos.
Los niños crecen en un abrir y cerrar de ojos, las redes sociales ahí seguirán. Las publicaciones, los lives, las fotos se quedan por tiempo indefinido en internet. Hay que discernir y no tratar de abarcarlo todo o de estar en todo, porque eso nos consume demasiado tiempo y energía que podemos dedicar a nuestra familia.
Si tienes un apostolado en redes sociales, piensa en esto: menos, es más. No se trata de llenar las redes sociales de contenidos 24/7 porque sí, sino de generar contenidos que realmente aporten, inspiren, muevan y dirijan la mirada a Jesús. Hay que dejar pequeños silencios para que quienes nos sigan puedan meditar y en ese espacio, puedan encontrarse con Dios.
En conclusión: He resuelto tomar el control. Dejarme conducir y hacer un uso más disciplinado de las redes sociales. Poner a Dios y a mi familia primero y pedirle a Él que me guíe para no caer en la tentación de descuidar mi relación con quienes amo.
Y cuando tropiece de nuevo volveré a leer esto para recordar la paz y el balance que encontré durante mi break de redes sociales.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 19 de diciembre de 2021 No. 1380