Un año para obtener la indulgencia en la Basílica

El pasado 14 de noviembre el Cardenal Carlos Aguiar Retes, Arzobispo Primado de México, bendijo y abrió la Puerta Santa de la Basílica de Guadalupe concediendo la indulgencia plenaria a los fieles que crucen por ella, con motivo de los 100 años del atentado contra la Virgen de Guadalupe.

Fue en 1921 cuando un arreglo floral con una bomba fue colocado a los pies de la Sagrada Imagen en el Tepeyac, sin embargo, no sufrió ningún daño, ya que fue la figura de un Cristo quien recibió el impacto de la onda expansiva. El llamado ‘Cristo del atentado aún puede verse en el recinto religioso.

Hasta el 20 de noviembre de 2022, los fieles podrán cruzar por esta puerta y recibir la indulgencia plenaria. Para ello, deberán cumplir con las condiciones habituales que pide la Iglesia: Orar por las intenciones del Santo Padre, estar en gracia de Dios habiéndose confesado, asistir a Misa completa y comulgar.

De acuerdo con el Catecismo de la Iglesia Católica, la Indulgencia Plenaria “es la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados ya perdonados” (CIC 1471). La indulgencia nos libra de la pena temporal de pecados confesados y perdonados, desde el momento del Bautismo hasta la fecha en que se obtenga la indulgencia plenaria. Pero también se puede ganar por un difunto, esta obra de misericordia lo libra de la pena de sus pecados perdonados, lo que podría ayudarle a salir del purgatorio para ir al cielo.

El atentado

Según los registros históricos, el atentado ocurrió en la mañana del 14 de noviembre de 1921, cuando un hombre, supuestamente un empleado de la Secretaria Particular de la Presidencia, colocó la bomba escondida en un ramo de flores al pie de la imagen.

Con la explosión, se cayeron los candeleros, las flores y cortinas que enmarcaban el cuadro de la Virgen, dejando enormes daños en la cimentación de la Antigua Basílica de Guadalupe; en tanto, el pesado crucifijo de bronce se dobló hacía atrás a causa de la explosión, evitando así que el impacto de la bomba dañara la Sagrada Imagen. Desde ese día, fue nombrado como el “Cristo del atentado”.

Este crucifijo está en exhibición permanentemente en la Nueva Basilia de Guadalupe, justo a la entrada del templo.

El atentado y el primer Congreso Eucarístico Nacional de 1924 al que, por distintos medios, el gobierno de ese momento trató de sabotear, fueron los antecedentes más cercanos a la Guerra Cristera que tuvo lugar entre 1926 y 1929.