Karol Wojtyła (1920-2005), el inolvidable Juan Pablo II, comenzó a interesarse por la poesía en su primera juventud, y ello gracias a su profesor de lengua polaca en la escuela secundaria, en Wadowice, su ciudad natal.
Un país en sufrimiento
Karol vivió tiempos muy difíciles, pues Polonia fue ocupada en 1939 por la Alemania nazi, siendo cerradas todas las universidades y destruidas las bibliotecas, en un intento alemán de anular toda la cultura polaca, por lo que Karol y otros jóvenes crearon una universidad clandestina a fin de poder estudiar filosofía, idiomas y literatura. Por ello no es de extrañar que los temas más abordados por el joven Karol en su poesía de aquel tiempo fueran la patria, la historia polaca, la resistencia, la libertad y la paz.
Entre sus primeros versos figuran los siguientes:
“El alma del artista, brasa ardiente, / roca al fuego vivo, / necesita de las palabras antes de ceñidas en estrecho lazo, / impulsarlas al ritmo del Amor absoluto / creando un poema ardiente, / abrazar los corazones. / Lanzarlas así a los trovadores que anuncien a todos los pueblos / la Verdad y la Libertad de las palabras y de las visiones”.
Para Wojtyła, que trabajó como obrero en una cantera, la poesía, la fe y la esperanza son las alternativas a un mundo degradado, pues estas tres se relacionan con la sensibilidad, la inteligencia y la voluntad, herramientas indispensables para no sucumbir ante la opresión y el escarnio, algo importantísimo porque, después de la invasión nazi a su país, vendría la ocupación soviética con su yugo comunista.
El teatro en su vida
Karol Wojtyła confesaba que en su juventud “estaba fascinado sobre todo por la literatura, en particular por la dramática, y por el teatro”. Por eso, cuando se matriculó en la Universidad de Cracovia, también ingresó en un grupo de teatro, donde fungió como actor en varias obras.
Pero ocurrida la invasión, Karol comenzó a escribir teatro dramático, entrelazando temas de la Biblia con la historia de Polonia.
Andrzej Jawien
A diferencia de otros poetas y dramaturgos polacos de su generación, Karol Wojtyla vivió su obra literaria casi en silencio, pues sólo publicó sus obras con reticencia y además bajo un seudónimo: Andrzej Jawien.
Un poema
Los poemas de Karol Wojtyła casi siempre son hondos y largos, y suelen estar compuestos por varios cantos; sus argumentos suelen ser complejos, por lo que exigen concentración al lector, pero lo llevan a meditar sobre el sentido de la vida, la conciencia, la espiritualidad, la trascendencia y, desde luego, la relación del hombre con Dios.
Este poema, titulado El obrero de la fábrica de armas, es un gran ejemplo de su obra:
“Yo no influyo en el destino del mundo. Yo no declaro guerras.
Pero no sé si estoy contigo o contra ti.
No peco.
Pero ésta es mi angustia: que ni peco ni influyo,
que fabrico diminutos tornillos y preparo fragmentos de destrucción,
y no abarco el conjunto ni domino el destino del hombre.
Otras totalidades crearía, por mí, otro destino —¿mas cómo?, ¿sin engarces?— del que yo y los otros seríamos la causa sacrosanta,
que nadie podría cancelar con un gesto
o negar con palabras.
Sé que no es bueno el mundo que fabrico.
Sé que no soy autor de un mundo malo.
Pero, ¿eso basta?”.
TEMA DE LA SEMANA: LA MUERTE Y EL MÁS ALLÁ: PREGUNTAS CON RESPUESTA
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 28 de noviembre de 2021 No. 1377