Por José Ignacio Alemany Grau, obispo
Reflexión homilética del 16 de enero de 2022
Como hemos dicho en días anteriores, la tercera epifanía o manifestación de lo alto, aconteció en las bodas de Caná.
Precisamente en este segundo domingo del tiempo ordinario la liturgia nos habla del milagro que hizo Jesús en ese lugar, según nos cuenta el evangelista San Juan, en el ciclo C.
Isaías
Sabemos que Dios ama mucho a la humanidad que Él creó y en repetidas oportunidades, Él mismo se compara con el esposo y explica que su relación con las criaturas es como la de un matrimonio según la naturaleza creada por Él.
Es que el matrimonio, tal como lo creó Dios, es el amor más grande que se conoce entre los seres humanos.
Así lo encontramos varias veces en el profeta Oseas, y Jeremías, y hoy nos lo expresa Isaías con estas bellas palabras que jamás hubiéramos imaginado:
«Serás como corona fúlgida en la mano del Señor y diadema real en la palma de tu Dios. Ya no te llamarán abandonada ni a tu tierra devastada. A ti te llamarán «mi favorita» y a tu tierra “desposada”… Como un joven se casa con su novia así te desposa el que te construyó. La alegría que encuentra el marido con su esposa la encontrará tu Dios contigo».
La prueba más grande de este amor fue la encarnación del Verbo que hemos meditado esta temporada en el tiempo de Navidad:
Dios asume la naturaleza humana y la hace suya.
Salmo 95
Nos invita a cantar las maravillas del Señor para que lo escuchen todas las naciones.
Lo que nos ha dicho Isaías y lo que San Pablo nos dirá acerca de los carismas de Dios son esas maravillas de su amor inimaginable:
«Cantad al Señor un cántico nuevo, cantad al Señor toda la tierra. Cantad al Señor, bendecid su nombre».
San Pablo
Nos habla hoy de los carismas o dones a los que podemos llamar los regalos de Dios a la Iglesia, que Él distribuye, como algo muy especial, en sus diversos miembros.
Se trata de unos carismas que no son para santificación del individuo que los recibe, sino para riqueza y embellecimiento de la Iglesia entera.
Es importante que cada uno descubramos estos dones que Dios nos ha dado y los pongamos al servicio de la comunidad. Será bueno que no hagas como algunos que se contentan con decir “a mí Dios no me dio ningún carisma”. Quizá sea más cómodo. Pero es descuidar una responsabilidad, porque no te los dio para ti sino para enriquecer a la comunidad, a la parroquia, etc., a la que tú perteneces.
San Pablo nos habla de algunos de estos carismas: hablar con sabiduría, con inteligencia, el don de la fe, de hacer milagros, de curar o hablar lenguas.
Lo importante es que todos estos dones los otorga el mismo Espíritu «como a Él le parece».
Los dones o carismas son muchos más que estos que enumera el apóstol y tú debes descubrirlos para ayudar a los hermanos que te necesitan.
Evangelio
+ «No tienen vino».
+ «Mujer, déjame que todavía no ha llegado mi hora».
Pero la conclusión es ésta:
¡Seiscientos litros de vino generoso! ¡Así ha sido Jesús siempre! ¡Cientos de panes y abundante vino!
¿El secreto dónde está?
Nos lo dio su Madre y Madre nuestra:
«Hagan lo que Jesús les diga».