Por Rodrigo Guerra
El Pontífice que más ha manifestado, de manera explícita, el compromiso de la Iglesia católica a favor del medio ambiente y de todos los recursos naturales del planeta, ha sido, sin duda, Francisco.
Tanto Juan Pablo II como Benedicto XVI ya habían tenido intervenciones sobre la necesidad de construir una “ecología humana”. Sin embargo, ha sido Francisco en la Encíclica “Laudato si” quien ha mostrado de manera amplia que “todo está conectado”, es decir, que las diversas dimensiones de la vida se encuentran entrelazadas y se concausan: el desarrollo humano, el progreso económico, la vida social, los procesos culturales, las decisiones políticas y el medio ambiente.
Francisco afirma: “Cada año desaparecen miles de especies vegetales y animales que ya no podremos conocer, que nuestros hijos ya no podrán ver; perdidas para siempre. La inmensa mayoría se extingue por razones que tienen que ver con alguna acción humana. Por nuestra causa, miles de especies ya no darán gloria a Dios con su existencia ni podrán comunicarnos su propio mensaje. No tenemos derecho”.
Esta y otras afirmaciones similares, nos permiten descubrir, en la enseñanza de Francisco, tal vez el más importante alegato contemporáneo a favor del valor que poseen los seres vivos que habitan en nuestro planeta.
Evidentemente, para el papa Francisco todo ser humano es persona, posee dignidad y merece un respeto especial. Sin embargo, las relaciones de la persona con su entorno natural, con el prójimo y con Dios, son coesenciales.
Por ello, reconocer con estupor la maravilla de la creación, el misterio de cada persona y el horizonte trascendente que todos poseemos, son los factores que integran un verdadero humanismo cristiano, personalista, ecológico y comunitario.
En otras palabras, la auténtica “cultura de la vida”, implica un camino educativo que abrace todos estos aspectos en su justa conexión e interdependencia. Por ello, no deja de sorprender que en los últimos días, se haya suscitado una campaña crítica contra el Papa en redes sociales, consistente en subir una foto de alguna mascota como reclamo ante sus afirmaciones sobre la relevancia de la paternidad y la maternidad.
En efecto, Francisco ha señalado que existen matrimonios que pudiendo tener hijos, prefieren mascotas en sustitución. La afirmación del Pontífice no es una mojigatería o una ocurrencia de ocasión. Al contrario, con ello se busca señalar que existen distorsiones culturales que, en nombre de las mascotas, desplazan la especificidad del amor a los hijos. El papa Francisco, con ello, no busca hacer una crítica al cuidado y cariño que podemos tener hacia nuestros animales.
Al contrario, lo que busca señalar es que existen diversos tipos de afecto, y que intentar sustituir uno por otro, como si fuesen de la misma naturaleza, compromete negativamente nuestra humanidad. Lo propiamente humano es precisamente distinguir la peculiaridad de cada afecto, para que los afectos puedan eventualmente realizarse, realizarnos y contribuir a la construcción de verdaderas condiciones de desarrollo integral para todos. Una vez más, convendría parafrasear a Jacques Maritain y afirmar que es necesario “distinguir para unir” y no “sustituir para desplazar”.
Rodrigo Guerra es secretario de la Comisión Pontificia para América Latina rodrigoguerra@mac.com
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 23 de enero de 2022 No. 1385