Entrevista con María Luisa Aspe Armella, historiadora que escribió la biografía de Carlos Abascal
Por Jaime Septién
Carlos Abascal Carranza (1949- 2008) fue un abogado y político católico que se desempeñó en instituciones de la iniciativa privada y también gubernamentales, en las que impactó con un cristianismo comprometido y coherente. Nació en la Ciudad de México. Se graduó en la Escuela Libre de Derecho con una tesis que marcaría su vida: “Las relaciones entre el poder espiritual y el poder temporal”.
Fue heredero de una tradición de testimonio y defensa de su fe adquirida de su padre y su abuelo paterno. Se formó en un contexto de lucha y confrontación continua que le marcaron con un cristianismo comprometido poco usual en el común de los cristianos mexicanos. Fue presidente de Coparmex, Secretario del Trabajo y Secretario de Gobernación en el sexenio de Vicente Fox. Falleció a los 59 años, víctima de cáncer de estómago, el 12 de noviembre de 2008.
La historiadora María Luisa Aspe Armella –quien escribió su biografía—habla en exclusiva para El Observador sobre algunos aspectos relevantes de Carlos Abascal Carranza.
Maria Luisa, ¿cuál podría ser el rasgo destacable de la vida tanto pública como privada, de Carlos Abascal?
A mí me parece que un rasgo esencial de don Carlos es el siguiente: que era de una sola pieza en términos del compromiso ético. Para su biografía entrevisté a gente como (Carlos) Salinas de Gortari y él mismo le reconocía esta faceta. Además, aunque de manera tardía en su vida, se empapó de la Doctrina Social Cristiana y eso le hizo comprometerse de lleno en las realidades sociales de México, sobre todo cuando fue Secretario del Trabajo.
Al hacer su biografía, ¿qué fue lo que más te admiró de él?
Su capacidad de evolucionar en un mundo donde “evolucionar” era casi una herejía. Y, en segundo término, su coherencia entre el pensar, decir y hacer. Con unos dejos de este integrismo católico de entonces, pero hay muchísimo de rescatable, valioso, de este carácter.
Una de las cualidades que destacas en tu biografía sobre Carlos Abascal, sobre todo en su etapa como Secretario del Trabajo, es la de tender puentes, y no solo con el sector obrero, entonces capitaneado por don Fidel Velázquez…
Yo creo que Carlos se adelantó a lo que ya está en el magisterio de la Iglesia, pero que el papa Francisco lo afirma un día sí y otro también: el diálogo. El diálogo de Carlos con las feministas radicales, con el movimiento obrero, con los de la APO…, era parte de una convicción suya profunda que a través del diálogo se puede llegar a la verdad. Y una cosa que ya suena como añeja, como irrealizable pero que me consta que era vida en él, es el ipso Cristo. Para él en la feminista radical, en el jefe obrero, en el de la APO, ahí estaba Jesús. Era un hombre que no odiaba, que no descalificaba al otro.
Muchos hablaban de su “integrismo”…
Sin duda es una tentación en la que yo misma caí antes de leer todo su archivo. Cuando lo hice dije, ¡guau!, para un día de fiesta quiero esta coherencia.
Además de un hombre de una profunda fe y una profunda esperanza. Era un hombre que tenía la absoluta certeza de que la muerte no tiene la última palabra. Que a pesar de todo, Dios y su Voluntad están mucho más allá de cualquier dificultad o dolor. Era un creyente profundo.
Al hombre se le conoce por su final: ¿cómo fue el final de don Carlos?
Yo no lo viví directamente, pero recuerdo que le dio una entrevista a un hombre diametralmente opuesto: Fernando González. Sobre el Yunque. Y le dijo con todas sus letras su involucramiento en ese movimiento. Fernando (que es un furibundo) discrepaba en 99 por ciento de lo que pensaba don Carlos. Pero al salir de la entrevista me dijo: “¡Qué impresionante es la coherencia de este señor!” Ése es don Carlos. Pero lo mismo te contaba el bolero, el chofer, el sacristán, las monjas de la Visitación, gente sencilla, todos, absolutamente todos, señalaron su coherencia de vida y de fe católica.
¿Necesitamos hoy, rabiosamente, un Carlos Abascal en la plaza pública de México?
Yo creo que sí. Me dicen que ya me cambié de bando, que soy una integrista. Les digo lo que me dijo Salinas de Gortari cuando le pregunté sobre el por qué había buscado la cercanía de don Carlos: “Carlos Abascal fue la prueba de que se puede tener convicciones religiosas profundas, sin romper el Estado laico”.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 13 de febrero de 2022 No. 1388