Si China está ascendiendo a la cumbre del dominio universal es porque hay quienes lo aceptan y respaldan.

George Soros, la cara visible de la élite mundial, dijo en una entrevista que le hizo el Financial Times y que se publicó el 23 de octubre de 2009: “Realmente necesitamos llevar a China a la creación de un nuevo orden mundial”, de la misma manera que los Estados Unidos “son dueños del orden actual”.

China ha sabido utiliza en el extranjero su creciente influencia económica para acallar a críticos que señalan sus violaciones contra los derechos humanos u otras acciones ilegítimas. Por ejemplo, en mayo de 2020, después de que EU llamara a imponer a China el pago de los costos causados por el coronavirus, y que otros 62 países exigieran que se investigara a China por el origen de la pandemia, el gobierno de Pekín hizo una jugada maestra al prometer que repartirá dos mil millones de dólares a lo largo de dos años entre países afectados por el covid-19, y de esta manera logró calmar las cosas.

Pero el pique con Estados Unidos continúa. Un alto funcionario del Partido Comunista chino, Chen Ping, profesor de Desarrollo Nacional en la Universidad de Pekín, dijo que su país ganó una guerra biológica en 2020, pues China “puso a Estados Unidos en su sitio”.

En 2020 la Casa Blanca publicó un informe que demuestra que el gobierno de Pekín ha lanzado prohibidas bombas nucleares subterráneas aprovechando que el mundo se encuentra sumido en la crisis del coronavirus.

Ese mismo año hubo numerosos reportes de que militares chinos estaban haciendo ejercicios bélicos en Vancouver y otros lugares de Canadá, todos muy cerca de la frontera con EU.

En enero del año pasado Xi Jinping ordenó a sus militares estar preparados para la guerra en todo momento, esto en referencia a Taiwán, y en noviembre de 2021 le dejó claro al presidente estadounidense Joe Biden que “China se reunificará con Taiwán sin importar el costo”.

El hecho es que, para controlar el mundo, China no está necesitando disparar una sola bala.

Ya es la “fábrica del mundo”, dado que prácticamente todos los países, libre pero inocentemente, le fueron cediendo por décadas el control de sus economías. La pandemia y la “crisis de los contenedores” que transportan insumos y materias primas desde China, pero que se han quedado detenidos en los puertos del mundo sin ser descargados, ha dejado en evidencia que todo el planeta depende ya del gigante asiático.

Y el plan “Made in China 2025”, de Xi Jinping, pretende que su nación ya deje de ser la “fábrica del mundo”; que se sustituya el “Hecho en China” por un nuevo “Creado en China”.

La organización Human Rights Watch advierte que la hegemonía mundial de China “podría representar una amenaza muy grave a los derechos de las personas de todo el mundo”, con “un Estado poderoso y centralizado” y “un vacío de liderazgo entre los países que podrían haber asumido la defensa de los derechos humanos”. El primer derecho que ya se está perdiendo es el de la libertad de expresión, pues, si éste cae, caen todos los demás.

Aun así, hay esperanza. China aún le teme a algo: al cristianismo.

TEMA DE LA SEMANA: CHINA: DONDE EL CRISTIANISMO SE HA TOPADO CON UNA GRAN MURALLA

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 30 de enero de 2022 No. 1386

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