Por el P. Fernando Pascual
Aquel matrimonio había iniciado el proceso de separación. Los hijos pequeños veían, desconsolados, la destrucción de lo que hasta ahora había sido un hogar tranquilo y feliz.
El padre abad se puso a rezar con una fuerza única, porque llevaba dentro de sí la pena al conocer aquel fracaso de un amor iniciado hace años.
“Señor, sé que soy un pecador, sé que no tengo mucha fe, sé que muchas veces he rezado y no he visto, al menos ante mis ojos, tu respuesta.
Pero ahora te pido por ese matrimonio que está a punto de romperse, quizá definitivamente.
No te pido un milagro como el de Caná, ni te pido que multipliques los panes, ni que des un golpe de luz como el que cambió la vida de san Pablo.
Solo te pido que toques el corazón de ese padre y de esa madre para que vean las cosas de modo diferente, para que se abran a tu misericordia, para que pidan perdón y perdonen.
Sé que parece difícil, sobre todo cuando un camino de tensiones y choques ha llevado a estos esposos a lo que parece un callejón sin salida.
Sé también que no puedes (es un límite que Tú mismo has aceptado) ir contra la libertad de un corazón que no desea mínimamente ceder en lo que considera ‘sus derechos’.
Pero los milagros existen: miles de corazones han cambiado en el pasado y cambian en el presente, porque tu gracia les ha iluminado y se han abierto a tu misericordia.
Por eso, Señor, Te pido que ayudes a estos esposos. Toca nuevamente sus almas. Purifícalos de toda ambición o deseo de venganza. Permíteles ver que todavía hay un espacio inmenso para recomenzar y encender un amor que les una nuevamente.
Te lo pido por ellos, y por sus hijos. Son pequeños. No tienen ninguna culpa. Aman a sus padres. Desean verlos unidos, en paz, con cariño.
Esta es mi oración, ¡oh, Padre! La oración de este sacerdote que no es santo, pero que aspira a vivir según tu Amor, y que desea el bien de esta familia.
Te lo pido por tu Hijo, Jesucristo, que vino al mundo para encender un fuego en la tierra, para rescatar lo que estaba perdido, para curar a los enfermos, para perdonar a los pecadores.
Te lo pido por el Espíritu Santo, que acompaña a cada bautizado, y también a los esposos que un día dieron su sí ante la Iglesia para iniciar esa maravillosa pero difícil vocación de amarse en el matrimonio y abrirse a la vida.
Señor, ten piedad de estos esposos, y de todos los esposos del mundo, para que cada día puedan crecer en el amor, sepan perdonarse mutuamente los errores que cometan, y vivan unidos entre sí y con los hijos que necesitan tenerlos en casa felices y enamorados. Amén”.
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