Por Jaime Septién
A muchos sorprende el “milagro chino”. Crecimiento económico por encima de los derechos humanos fundamentales, ¿es un esquema para imitar? Hace poco un juez de apelación confirmó la sentencia de Chen Yu, propietario de una librería, condenado a siete años de cárcel por el tribunal de la ciudad de Linhai, por vender libros cristianos, principalmente biblias. Por otro lado, violando su palabra, China ha iniciado la anexión de Hong Kong mediante el método dictatorial de prohibir la libertad de expresión, metiendo a la cárcel a los dirigentes y periodistas que no están de acuerdo con Pekín.
A Chen Lu y a otras personas no solo le dan años de cárcel (y quizá torturas), también multa por miles de yuanes por “incitar a la subversión o al poder del Estado”. A los directores de medios de Hong Kong les pasa lo mismo. La libertad de expresión y la libertad religiosa no existen en el país más poblado del mundo.
En México el TRIFE manda a Gobernación la sentencia en contra de cuatro sacerdotes –acusados de violar la separación Iglesia-Estado por inmiscuirse en las elecciones– para que los castigue, mientras que la Corte pide que en los noticiarios se reprenda a quienes confunden información con opinión (y viceversa).
El modelo chino es un mal ejemplo. Y cuidado con aquellos que lo siguen, aún sea de lejecitos.
TEMA DE LA SEMANA: CHINA: DONDE EL CRISTIANISMO SE HA TOPADO CON UNA GRAN MURALLA
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 30 de enero de 2022 No. 1386