Por P. Fernando Pascual
Existen diversos modos de huir de los problemas, de esconderse ante los males de uno mismo o de otros, de escabullirse ante la dureza de los hechos.
Drogas, juegos compulsivos, imágenes vertiginosas, abuso de bebidas alcohólicas, son algunos de los modos para huir de la realidad y arrojarse a distracciones absorbentes.
Sin embargo, tarde o temprano la realidad se impone. La enfermedad está allí. La crisis económica no ha terminado. El fracaso en el hogar o el trabajo golpea nuestro corazón y cuestiona el sentido de nuestros escapismos.
Lo que ocurre a nivel de las personas también ocurre en sociedades que cierran los ojos a la dureza de los hechos y buscan con frenesí “pan y circo” para evitar la dura tarea de enfrentarse con problemas que tarde o temprano afectan a todos.
Frente al escapismo, la irresponsabilidad, la cobardía, la pereza, hace falta volver a la realidad, afrontarla en todos sus retos, sus dificultades, sus misterios.
En esa realidad hay recursos y hay amenazas, hay oportunidades y hay espejismos, hay colaboradores y hay perezosos.
Lo importante es analizar las situaciones, identificar lo más importante en cada momento, escoger los mejores medios, y empezar a trabajar.
No siempre habrá resultados, pero al menos ya tenemos la mente, el corazón y las manos (usando tres palabras que cita con frecuencia el Papa Francisco) orientados hacia los retos que la realidad nos presenta ahora.
Tras poner manos a la obra, lo más importante quedará en el corazón de Dios, que conoce qué es lo que más nos conviene, y que siempre acompaña a quienes, con buena voluntad, trabajan humilde y confiadamente por acometer los retos de cada día, mientras abren el mundo y la historia a la acción salvadora de Cristo.