No son muchos los mexicanos que viven -o vivían- en Ucrania. De hecho, varios aviones de la Fuerza Aérea Mexicana han ido evacuando a la comunidad mexicana que huye de la guerra y tanto la cancillería como el presidente López Obrador han confirmado que ningún mexicano se quedará en el territorio asediado por el ejército ruso.
Por Jaime Septién
Uno de ellos, Javier Donlucas, un maestro de música para niños de escasos recursos y menores con alguna discapacidad que vivía en la ciudad de Lviv (Leópolis), salió de Ucrania junto con su mujer y su hijo. Y, según da a conocer el periódico Excélsior, antes de salir hizo un acto ejemplar: decidió donar su dinero y abrir la escuela que él mismo había fundado “para que sirva de resguardo a los ucranianos que continúan bajo el acecho ruso”.
Donlucas es uno de los 44 mexicanos que llegó la semana pasada a México. Fue testigo de los ataques del ejército ruso y asegura, sin lugar a duda, que iban dirigidos a la población civil. Es un maestro de música. Ha publicado dos libros de texto para hacer el aprendizaje de piano más sencillo, y sobre todo, para niños con discapacidad.
“Ya que nos veníamos le dejé dicho a la subdirectora que a mí ya no me sirve el dinero ucraniano y las tarjetas ucranianas me las van a ch…, se van a devaluar, y antes de irme le dejé toda la lana (el dinero)», relató Donlucas a Excélsior. Y agregó que le pidió a la subdirectora de la escuela: «Lánzate al súper y compra todo lo que puedas. Mételo a la escuela y abre la escuela para los refugiados”.
El mexicano, compenetrado con la gente de Ucrania, pagó la renta del local que ocupaba su escuela por adelantado –no dijo por cuánto tiempo—. Se aseguró también, antes de salir para su país de origen, que se abriera como refugio. Incluso, alcanzó a corroborar cómo una familia de Leópolis se había ido ya a refugiar en las instalaciones.
En el metro hasta que pudieron escapar
Antes de poder huir, Donlucas, su mujer y su hijo estuvieron refugiados en una estación del metro mientras arriba de ellos sonaban las bombas. “La sensación de la población era de pánico”, dijo. Tuvo suerte de poder huir a Rumania. En ese país –donde fue recogido por el avión de la Fuerza Aérea Mexicana- pidió a la subdirectora que abriera las puertas de la escuela sobre todo a un grupo de padres de niños con autismo.
“La escuela es para niños con discapacidades y también para chavitos ucranianos que no tienen oportunidad de clases de música”, explicó Donlucas a Excélsior sobre su labor profesional y social en Ucrania. Quizá ahora pueda proponer su método y su escuela a los niños mexicanos. Por lo pronto dejó en Ucrania el alto nombre de la solidaridad que habita en la raíz del pueblo de México.
Leópolis es una ciudad situada al oeste de Ucrania, a unos 70 kilómetros de la frontera con Polonia. Se ha convertido en el pulmón de la resistencia ucraniana y ha visto, entre otras cosas, hechos inéditos, como el traslado del famoso Cristo de esta ciudad a un búnker. Esto es algo que no sucedía desde la Segunda Guerra Mundial.
Artículo publicado en Aleteia 8/03/2022
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 13 de marzo de 2022 No. 1392