El Pbro. Javier Coellar Ríos, Licenciado y Doctor en Teología Moral por la Academia Alfonsiana de Roma, Italia, nos ayuda a entender el porqué, en ocasiones, la elección libre nubla la razón y nos conduce al pecado, y cómo el acto supremo de la conversión nos salva
Por Rubicela Muñiz
Padre Javier, ¿Cómo podemos definir el pecado?
▶ Estoy seguro que todos hemos experimentado la expresión de Ovidio: “video meliora proboque, et deteriora sequor [veo el bien y lo apruebo, y hago el mal]”. También s. Pablo narra la misma experiencia “lo que hago, no lo entiendo, pues no practico lo que quiero; al contrario, lo que aborrezco, eso hago.” [Rom 7, 15].
El análisis de esta experiencia que sucede dentro de nosotros, nos ayudará a responder la pregunta ¿Qué es pecado?
La razón iluminada por la fe, conoce la verdad a cerca del bien y el mal. [veo el bien, dice Ovidio]. Pedro frente al dilema de traicionar la amistad con su Maestro o arriesgar su vida, ve claramente cuál es el bien y cuál es el mal. Lo veo, no porque alguien se lo enseñe, sino es su razón que se lo muestra y su conciencia que personaliza esta verdad: “tu no debes traicionar a Jesús”. Podemos decir la misma cosa de la manera siguiente: es Pedro que se siente obligado no por una autoridad externa, o un acuerdo social, o las eventuales consecuencias, sino por la verdad que ha descubierto [proboque, dice Ovidio]. Es la luz de la verdad que lo encadena.
Nuestra libertad puede rechazar de poner en acto el bien conocido por la razón [deteriora sequor, dice Ovidio]. Nuestra persona con su elección libre puede negar aquello que con la razón ha afirmado. Se introduce en la persona una verdadera y propia división: no hago lo que interiormente veo que debo hacer; no confirmo con mi elección la verdad conocida acerca del bien de mi persona.
La elección libre de la persona, con la cual rechaza la verdad conocida acerca del bien, tiene un nombre: es el pecado.
¿El pecado moral puede ser definido como un simple error?
▶La enfermedad física o psíquica, o un simple error es un mal de la persona, pero no “toca” a la persona como tal, como organismo viviente. Al grado que la persona puede hacer buen uso de su enfermedad o corregir los simples errores.
Sólo el mal moral o pecado afecta a la persona en cuanto tal. Y como la persona es aquello que existe de más precioso en el universo, el mal moral o pecado es el mal más grande que exista. No puede existir un mal peor.
¿Nos podemos acostumbrar al pecado?
▶Siendo el pecado [como lo he mencionado anteriormente] un acto de la voluntad de la persona, que se configura como desobediencia de la libertad del hombre a la voluntad de Dios. Esta elección, de no observar los mandamientos del Señor, implica siempre un juicio falso acerca del bien de la persona. Separarse del corazón del Señor implica siempre un alejamiento de la Verdad, una falsificación de la propia vida. El signo de esta falsificación de la propia existencia es poner el propio bien en una criatura de valor limitado, y a esto si no podemos acostumbrar.
¿Qué consecuencias del pecado pueden advertirse en el ser humano?
▶La experiencia del pecado tiene dos actores: Dios y el hombre. Uno frente al otro. Tengamos presente este hecho: el hombre está de frente a Dios como un sujeto completamente libre en su confronto. La persona encontrada por la obra redentora de Dios en condición de pecado, no se encuentra sólo en una condición de no conformidad [a Dios] sino de deformidad [porque está privada de la Gloria de Dios] Rom 3, 23.
Para que Dios actué es necesario el consenso libre de la persona y este consenso, dada la condición del hombre, debe tener dos dimensiones: la decisión de abandonar la condición de pecado y el consenso a la oferta del amor propuesto por Dios. En el vocabulario cristiano se nombra a este acto supremo de nuestra libertad: conversión.
En nuestro día a día, ¿qué nos salva del pecado?
▶Ya en su momento Juan el Bautista lo testimoniaba: Jesús es “quien quita el pecado [=todo lo que es pecado] del mundo”. No de uno o del otro, sino del mundo entero. La presencia de Jesús entre nosotros es la presencia de uno que tiene en sí la capacidad y la voluntad de limpiar el mundo entero; de reportar al hombre y al mundo a su belleza y esplendor original. Al hombre completo: su corazón, las instituciones, el matrimonio, la economía, la política, etc.
TEMA DE LA SEMANA: «EL CREPÚSCULO DEL PECADO»
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 20 de marzo de 2022 No. 1393