Por Alejandro Cortés González-Báez
¿Sabía usted que las bebidas alcohólicas pueden producirse por fermentación (como el vino y la cerveza) o por destilación (como el licor)? El porcentaje de alcohol etílico presente en cada bebida puede variar: la cerveza presenta, aproximadamente, un 5% de alcohol; el vino se acerca al 15% y los licores pueden llegar a contener un 50% de etanol.
Cabe destacar que el alcohol etílico es una droga psicoactiva y adictiva para los seres humanos. Su consumo produce, en principio, una sensación de alegría. Al tiempo, el individuo puede sufrir problemas de coordinación y tener la visión borrosa. Con un consumo excesivo, es posible alcanzar un estado de inconsciencia y, en un nivel extremo, llegar a la muerte por envenenamiento.
Estas consecuencias negativas del alcohol para el organismo hacen que la mayoría de los países prohíba el consumo de bebidas alcohólicas a los menores de cierta edad (por lo general, 18 años). El consumo excesivo de alcohol es perjudicial para la salud.
El alcoholismo es una enfermedad que no solamente afecta al sujeto que la padece, sino también a quienes forman parte de su círculo afectivo, sobre todo su esposo/a e hijos.
Según lo expresa Margaret Cork, quien ha estudiado detenidamente el tema, en la infancia el individuo adquiere el sentido de seguridad y autoestima y, de acuerdo a cómo construya ambos, desarrollará una capacidad más o menos directa para enfrentar los complejos problemas que le tocan; es a partir de su relación con sus padres como construye la confianza en sí mismo y en los que le rodean.
Si los niños crecen en un ambiente donde el alcohol se halla presente, el nido en el que se eduque será absolutamente desintegrado en el que por lo general reinan la ansiedad, el dolor, la violencia y el remordimiento; de este modo, los niños adquirirán conductas de adultos inestables, se endilgarán a sí mismos responsabilidades que no les corresponden, y desarrollarán cualidades propias de los alcohólicos, como la mentira y la manipulación.
Al llegar a la edad adulta, los hijos de padres alcohólicos, si no han trabajado sobre el foco del problema con ayuda de un terapeuta suelen tener conductas nocivas contra ellos mismos. Dado que han tenido una infancia impregnada de críticas y culpabilidad, su adultez no suele escapar de ellas, y manifiestan una clara baja autoestima que los lleva a decidirse por dos caminos opuestos: hacer lo mismo que sus padres, que sus modelos (volverse alcohólicos) o entregarse a una vida de negación, intentando convertirse en personas de éxito escondiendo sus auténticos problemas de autoestima.
Nada de lo que aquí copié —de Julián Pérez Porto y Ana Gardey— es un secreto para ninguno de nosotros y, sin embargo, hay muchos millones de personas en todo el mundo que padecen las consecuencias de ese “amigo” llamado alcohol, quien es un potencial y traidor secuestrador. No entiendo por qué en las escuelas están enseñando a los niños a tener prácticas sexuales, y no les hablan de esto.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 3 de abril de 2022 No. 1395