Es importante generar un diálogo abierto y sano con los adolescentes para prevenirlos de los peligros

Por Mónica Muñoz

Son las cuatro de la tarde, la calle es apacible, el calor de la primavera se ha elevado a más de treinta grados, abro la ventana para que entre un poco de aire, esperanzada en que se refresque la habitación. De repente, escucho alegres voces y risas, un grupo de chicos y chicas pasan por fuera de mi casa, ¡qué bien!, pienso, estos jovencitos tienen ganas de vivir y aprovechan su tiempo para compartirlo con sus amigos. De repente, unas palabras emitidas por uno de ellos me sorprenden, y, sin quererlo, comienzo a poner atención a sus diálogos. Me asomo y observo que están entre los 12 y los 15 años. Son dos chicos y cuatro o cinco chicas, pero lo que platican en voz muy alta parecería una conversación entre adultos ebrios que ven una película tres equis.

En este punto, es tan escandalosa la conversación que no puedo evitarlo, salgo a hablar con ellos y a cuestionarlos, ¿tu mamá sabe que dices esas cosas, hablarías con ella de esta manera?, todos niegan con la cabeza, saben que les avergonzaría que los escucharan sus padres. Solo puedo concluir recomendándoles que no se falten al respeto. No puedo hacer más.

Expuestos sin control

Este episodio me dejó preocupada, pienso que los niños y adolescentes están rodeados de demasiada información, sé que las redes sociales y los dispositivos móviles son una dupla dañina, porque el contenido al que tiene acceso el público en general, es inmenso y no hay control ante la abundancia de producciones audiovisuales. Y, claramente, me doy cuenta de que nos enfrentamos ante una situación grave: la hipersexualización de nuestros niños, jóvenes y adolescentes, a quienes se les ha instruido para que crean que sus cuerpos son juguetes y pueden hacer con ellos lo que deseen.

Sencillamente hemos permitido que el mal avance, y, por lo que atestiguamos día a día, no solo se trata de que los menores tengan contacto sexual con personas de su edad, sino que se ha desatado un libertinaje tal, que cualquiera se cree con derecho a satisfacer sus instintos con la persona que se le antoje, grande, chica, menor o mayor, y más aún, de manera obligada, con el argumento de que es su cuerpo y nadie tiene derecho a decirle qué hacer con él. Total, que somos tan permisivos que nos tiene sin cuidado lo que hagan otros, hasta que nos afecta directamente, porque el desorden sexual deriva en conductas peligrosas, como los abusos y la violencia. Basta dar un vistazo a las noticias para descubrir que las desapariciones forzosas de niñas, niños y mujeres están motivadas, principalmente, por la cuestión sexual.

Tomas las riendas y ser guías

Por eso me parece de vital importancia que los adultos hablen con sus hijos, sobrinos o conocidos. Tenemos la obligación moral de ser guías de las personas menores, porque ellos desconocen que la maldad se esconde en todas partes, y que, lamentablemente, lo que hablan entre ellos no siempre es sano ni edificante, porque puede despertarles deseos lascivos y maliciosos que, si no se controlan, pueden terminar en una tragedia.

Por eso, las recomendaciones para hablar con los niños, jóvenes y adolescentes dependerán de la edad que cada uno tenga. Pero, invariablemente, con todos será necesario dialogar a diario para crear un clima de confianza, haciéndolos sentir seguros y escuchados. Es natural que tengan inquietudes y dudas, también lo es que existan temas difíciles o incómodos de tratar, pero con la información correcta podremos lograr ayudarlos y que los lazos familiares se fortalezcan.

Pero, sobre todo, debemos implementar la costumbre de preguntarles cómo les ha ido en el día, qué han hecho, con quién han estado, e insistir en conocer a sus amigos, de tal manera que no se sientan invadidos en su privacidad, sino hacerlo amablemente, con genuino interés, compartiendo con ellos nuestras experiencias e intercalando historias de algún “conocido” que haya pasado por una situación complicada, añadiendo alguna moraleja, persuadiéndolos de este modo a ser cuidadosos con sus elecciones.

Es verdad que no podemos evitar que tengan sus propias experiencias, pero la formación en valores y la prevención se da en casa, así es que, si nos dedicamos a conciencia a inculcar en ellos sanas costumbres, invitándolos a cuidar lo que hablan o lo que escuchan, tendremos más seguridad en que nuestros hijos también serán selectivos con lo que comparten.

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 15 de mayo de 2022 No. 1401

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