Dios está pendiente de ti y de mí y no debemos preocuparnos

Por Mónica Muñoz

“Con la vejez se terminan las ganas”, escuché a un sacerdote decir, y sinceramente, me sacó una sonrisa, porque me hizo pensar en todos los esfuerzos que realizamos para conservar los bienes materiales, creyendo que un día, cuando lleguemos a viejos, podremos disfrutarlos como no lo estamos haciendo ahora.

Y es cierto, cuando vamos despertando a la vida todo se antoja: un niño desea dulces y juguetes; un adolescente, fiestas y amistades; un joven, paseos y amores; un adulto, viajes y compañía; un anciano, paz y tranquilidad. Pero, si somos realistas, no siempre obtenemos lo que deseemos en el momento en que lo queremos, quizá la vida nos trate con dureza y a destiempo llegará eso que anhelamos durante muchos años.

Pero, como reza la sabiduría popular, todo llega a su tiempo, o como se suele decir: “los tiempos de Dios son perfectos”, refiriéndose a que hay veces en que sentimos que no encontramos solución a los problemas, pero si nos fiamos de la palabra del Señor, Él se encargará de nuestras necesidades. Esa ha sido mi experiencia durante toda mi vida. Y me gustaría que todos pensaran igual, al menos en ese sentido. Dios está pendiente de ti y de mí y no debemos preocuparnos. Sin embargo, a todos nos ocurre que, de repente, nos llega la duda y hasta la ansiedad por los problemas y tambalea nuestra fe. Es normal, pero deberíamos aprender a confiar más.

Dejar de ambicionar

Y dentro de esa confianza, podríamos incluir en las manos de la providencia divina lo que pasará con nosotros y nuestros seres queridos en el futuro y dejar de ambicionar objetos que no podremos llevarnos a la tumba. Un amigo querido me platicó que en casa de sus papás no querían sacar las copas de cristal fino que habían pertenecido a su mamá, hasta que la persona que colabora en las labores domésticas dijo “¿y cuándo las van a usar? Tu mamá ya se murió y ahí se quedaron sus copas”.

No quiero decir con esto que debemos derrochar lo que con tanto esfuerzo ganamos para mantenernos y sostener nuestros hogares, sobre todo si los padres y madres de familia trabajan para dar lo necesario a sus hijos y ayudar a sus padres, que, dicho sea de paso, es una obligación de todo buen hijo, sino que no debemos irnos a los extremos, porque tanto es dañino caer en el despilfarro como lo es hacerlo en la pichicatería, extraña palabra que poco se usa, pero que se refiere a la tacañería en la que incurren ciertas personas que no solo quieren ahorrar sino que no sueltan nada de sus bienes materiales, ni siquiera para hacer un bien a sus familiares o amigos. Esa actitud también ofende a Dios.

Disfruta lo que tienes

Ese mismo sacerdote que mencioné antes, comentaba que estaba bien no quedarse con las ganas de algo que deseamos, como una prenda de vestir, una comida, un coche o un viaje.

Cómpratelo ahora que puedes gozarlo, insistía, porque con la vejez se terminan las ganas. La persona que trabaja honradamente, que cumple con sus obligaciones y se organiza para no cometer injusticias con el dinero que le pertenece a su familia, legítimamente puede darse el gusto de gastar en lo que desee. Por supuesto que no debe olvidar que todo lo que Dios le permite tener es para que lo administre y lo comparta con otros menos afortunados, por eso Él devuelve el ciento por uno y ama al que da con alegría, pero puede también disfrutar de la vida, porque es parte de la belleza y del plan de Dios.

Por eso, está bien que seamos previsores y guardemos algo para cuando ya no podamos trabajar porque, aunque los ancianos poco necesitan en cuanto a comida y vestido, con el desgaste físico llegan las enfermedades, casi siempre un paso inevitable en el ocaso de la vida. Pero, mientras llega ese momento, no seamos avaros y vivamos con alegría.

Y tú, ¿qué guardas en tu casa para una ocasión especial? Ese día es hoy porque estás vivo, no desperdicies tu vida y energías pensando en el futuro que aún no llega, el día con el que debes dar gracias y gloria a tu Creador es este. No lo olvides.

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 20 de noviembre de 2022 No. 1428

Por favor, síguenos y comparte: