Por Mónica Muñoz

Estamos a pocos días para celebrar la Navidad, pero la vida acelerada que llevamos nos indica que los festejos se irán tan pronto como habrán llegado, y, tal parece que lo único que quedará serán los recuerdos junto con las deudas contraídas por los regalos que quizá no hacía falta dar.  Sobre todo, porque lo más importante se nos está olvidando: la fiesta es en honor de Dios, hecho niño, que llegó al mundo para salvarnos de todos nuestros pecados.

La prueba está en que, conforme pasan los años, se pierde más el sentido de esta festividad, hasta el punto absurdo de descristinizarla. ¿Cómo es posible que esté ocurriendo esto? Y no es una exageración. Las tiendas comienzan a vender adornos desde agosto y mucha gente coloca luces y árboles desde noviembre, sin entender el sentido del adviento, que es la preparación gradual hasta llegar a la víspera, el 24 de diciembre. Las figuras del nacimiento están desapareciendo en algunos puntos del mundo porque “ofenden” a los no cristianos, un invento de esta era, porque durante ochocientos años, desde que San Francisco hizo el primer belén de la historia, nadie se había quejado.

Además, las posadas tradicionales casi se han acabado. Ahora a cualquier convivio le dicen posada, pero ya no rezan el rosario ni cantan con los peregrinos, José y María que va en un burrito y buscan un lugar para que la Virgen dé a luz al Salvador. Y la frase “felices fiestas”, que corona todo lo que he descrito, certifica que diciembre se ha convertido en un mes de convivencias y compras ajenas a la Navidad, y, lamentablemente, es una costumbre que han adoptado hasta los católicos.

¿Por qué hemos permitido que el consumismo nos indique cómo vivir esta época? Mas bien, como un signo del nacimiento de Cristo, deberíamos preocuparnos por los hermanos que sufren, no digo que no existan buenas iniciativas, pero todos deberíamos estar sensibilizados para ayudar a la gente que sabemos en problemas, no se diga los que vemos por las calles con poca ropa, sin comer, sucios y sin tener en donde dormir.  Una sociedad bien organizada se enfocaría en unir esfuerzos y buscar soluciones para estos casos.  Nos preocuparíamos por donar no solo lo que nos sobra, sino lo que tenemos para el sustento diario y compartirlo con los menos afortunados.

En verdad creo que, si todos apoyáramos, ni siquiera sería gravoso dar, casi ni lo sentiríamos, porque bien dice el dicho que la unión hace la fuerza.  Pero nos gana la desidia y la apatía.  A veces surgen ideas interesantes, como la de dejar una chamarra colgada donde la podía tomar alguien que no tuviera con qué cubrirse.  Un año vi en las redes sociales que se hizo tendencia esta labor, sin embargo, fue solo la moda de seguir lo que todos hacían.  No sé si los que se quedaron con esas prendas realmente las necesitaban, espero que sí.  Y creo que deberíamos continuar con la iniciativa, sobre todo en este año que está haciendo más frío.

Podemos hacernos el propósito de pensar en esa gente que sufre y desprendernos un poco de lo mucho que tenemos. Así cumpliríamos con la encomienda de dar de comer al hambriento, de beber al sediento, vestir al desnudo, etc.  Las obras de misericordia se pueden realizar de muchas maneras, porque hasta visitar a nuestros familiares de la tercera edad es una acción que requiere generosidad, obsequiando algo de tiempo y atención a quienes están solos y olvidados todo el año.

Pensemos cómo podemos organizarnos con nuestros parientes y amigos y hagamos algo en favor de los menos afortunados.  Construyamos una Navidad distinta de las que hemos vivido, llenos de comida y cosas materiales y rescatemos su verdadero sentido, acogiendo en nuestros corazones al Niño que nace para recordarnos que ha venido al mundo para darnos la salvación, pero que depende de nosotros aceptarla o no y aplicarnos sus méritos.

Podemos buscar en las redes sociales las asociaciones, colegios y organizaciones eclesiales que estén liderando estas iniciativas para colaborar con ellos. Ojalá que nuestra respuesta se traduzca en hechos palpables y no solo en buenos deseos.

Que tengan una semana colmada de bendiciones, celebrando una feliz Navidad junto a sus seres queridos.

 
Imagen de Andreas Böhm en Pixabay


 

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