Por Jaime Septién
El sentido de la película española Tengamos la fiesta en paz es, a la vez, muy sencillo y extremadamente complejo. Lo explica su director, Juan Manuel Cotelo: “Queremos ayudar a que las familias se quieran más”. Una tarea difícil en un mundo que privilegia el individualismo, la libertad sin compromisos y el “amor” sin sacrificio ni dolor alguno.
Escrita y dirigida por Juan Manuel Cotelo y producida por su esposa Simona Puscas, la cinta se estrena el 1 de diciembre en se estrena en México, Paraguay, Puerto Rico, Panamá, Costa Rica, El Salvador, Guatemala y Nicaragua.
Juan Manuel, G. K. Chesterton decía que quienes atacan a la familia no saben lo que hacen porque no saben lo que deshacen. ¿Tú así lo consideras?
▶ Juan Manuel Cotelo. Es evidente que hay ataques tremendos y descarados a la familia, desde la política y los medios de comunicación. Son ataques disfrazados de bondad, de libertad, incluso de amor. Pero con una carga destructiva enorme, en la práctica. Sin embargo, prefiero concentrar mis esfuerzos en descubrir cómo puedo amar más y mejor a mi esposa, a mis hijas, a mi madre y hermanos, a mis suegros… sin detenerme demasiado en quejarme de esos ataques externos a la familia.
¿Cuál piensas tú que es el “peor” ataque que sufre la familia?
▶ El peor ataque a la familia surge del propio egoísmo. Podríamos teorizar mucho sobre la familia, sobre el amor… y aunque la teoría fuera correcta, no basta, pues nos jugamos la verdad sobre nuestra propia familia en los actos concretos de servicio que practicamos cada uno en nuestro propio hogar. Por eso, en lugar de pensar en quienes atacan a la familia, procuro pensar en cómo amar a mi familia, hoy.
¿En tu película, cómo planteas esta que podríamos llamar «escuela de paz» que es la familia?
▶ Un escritor del siglo IV dijo algo muy sabio: “Si deseas la paz, prepárate para la guerra”.* En cualquier familia, si deseamos alcanzar la paz, hemos de plantear una guerra sin tregua contra el propio egoísmo. La unidad familiar no se alcanza por buena suerte, ni se rompe por mala suerte. La unidad familiar se logra gracias a pequeños actos de servicios diarios: escuchar, compartir comidas y diversión sin presencia de teléfonos o pantallas, luchar por conquistar objetivos preciosos, comunes, perdonar y pedir perdón constantemente, servir al más necesitado, rezar juntos, sufrir juntos, celebrar juntos… Todo eso refuerza la unidad familiar, día a día.
Hay quien argumenta que “ya es suficiente sacrificio” vivir bajo el mismo techo…
▶ No, desde luego no basta con vivir bajo el mismo techo. Es darse a los demás, sacrificarse por los demás. Y el premio de esos sacrificios diarios, constantes, es la unidad familiar. No hay ruptura familiar, nunca, si en la familia reina el espíritu de servicio. Y si aprendemos a servirnos en casa, lo normal es que sigamos sirviendo a los demás al salir a la calle.
¿Qué significa, en la práctica cotidiana, ser activista por la familia y por la vida?
▶ En primer lugar, ser activista del amor en el propio hogar. Atrevernos a responder a la pregunta individual: ¿qué he hecho hoy, en concreto hoy, por mi familia, por mi esposa, por mi marido, por mis hijos, por mis padres, por mis hermanos? La pregunta exige una respuesta concreta, manifestada en hechos.
Si la familia es “Iglesia doméstica”, ¿también podemos pedir, “una familia en salida”?
▶ Claro. Hemos de tener iniciativas en la comunicación, en la educación, en la sanidad y en la vida política. Salir de nuestra zona de confort, sin conformarnos con proteger nuestro propio hogar.
¿Cómo explicas en tu película que solo lo que tiene raíces puede elevarse hasta el cielo?
▶ El mensaje de la película es muy sencillo, porque no procede de teóricos intelectuales, sino de la visión sencilla y pura de los niños. El amor no se explica, el amor se vive. Todos los niños del mundo desean lo mismo de sus padres: que se amen. Y todas las personas del mundo desean que los amores perduren para siempre. Cada ruptura amorosa es la historia de una herida dolorosa. La buena noticia es que podemos amarnos para toda la vida, no es una utopía. De hecho, todos conocemos a personas que se han amado toda la vida, superando las dificultades que atravesaron en el camino.
*Flavio Vegecio Renato (383-450) contenida en su obra De re militari
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 20 de noviembre de 2022 No. 1428