La pena y el abandono que enfrentan los induce a buscar comprensión y amor en sitios equivocados.
Por Mónica Muñoz
Estamos viviendo tiempos difíciles en los que se está normalizando la violencia que ocurre a todas horas por las calles, y lo que antes era motivo de escándalo y preocupación, ahora solo nos asusta si nos afecta directamente. Incluso sucede que, aunque nos toque ver algún atraco o acto delictivo, preferimos no intervenir o pasar de largo, sobre todo por miedo porque si nos metemos defender a la persona agredida, podemos resultar heridos.
Por eso, es un dilema el que enfrentamos respecto a involucrarnos o no en estas situaciones, pues no sabemos qué podría ocurrirnos. Sin embargo, eso no debe ser un impedimento para llamar al número de emergencias, donde de manera anónima podemos reportar cualquier evento que ocurra.
Sin embargo, cuando ya no podemos hacer nada por las personas, como en un caso de violencia, lo mejor es no intentar acercarse porque el lugar se ha convertido en la escena de un crimen y se pueden contaminar las evidencias.
Esto lo menciono porque hace unos días hubo una lamentable situación afuera del templo de un barrio de la ciudad. Una persona fue agredida y perdió la vida. A través de las redes sociales, alguien estaba haciendo una transmisión en vivo y se suscitaron muchos comentarios debido a que en el templo se estaba celebrando Misa y el padre no la interrumpió. Como siempre, hubo quien solo criticó, haciendo gala de su desconocimiento acerca de cómo proceder en estos casos, solo porque el sacerdote continuó con la celebración y, desde su punto de vista, tenía que haberla terminado y salir a hablar con los dolientes.
¿Qué se hizo en este caso? Bien, pues el padre procedió a apagar la bocina que daba a la calle, para respetar a la familia, además, ofreció la Misa por la persona fallecida, porque salir a ver a la gente en ese momento, no era prudente debido al dolor por el que estaban atravesando, lo cual podría haber sido invasivo e inoportuno. Además, ya estaba marcado el perímetro de la escena con cinta amarilla, no podía acercarse de ningún modo ya que la autoridad no se lo hubiera permitido.
Entiendo que la gente sienta impotencia ante tanto hechos violentos, pues, desafortunadamente, ocurren a diario en nuestro país y más en ciertas ciudades, debido al control ejercido por algunos grupos delictivos, por eso es urgente que las familias hagan lo que les corresponde, no podemos vivir culpando a los demás de la desgracia que vivimos como sociedad, cada quien debe responsabilizarse de la parte que le corresponde, y si a las autoridades les toca velar por la seguridad de los ciudadanos, a la ciudadanía nos corresponde vigilar a nuestros niños, adolescentes y jóvenes, hablar con ellos, educarlos bien y prevenirlos de los peligros que existen en el mundo.
Parecería poco, pero si cada familia verdaderamente se hiciera cargo de sus hijos, la situación sería distinta.
Padres y madres de familia deben procurar dialogar con sus hijos, aconsejarlos y corregirlos ante cualquier mal comportamiento, pues el descuido los orilla a frecuentar malas compañías y a tomar malas decisiones. Un joven le dijo a su mamá que estaba ganando buen dinero vendiendo sus dibujos por internet, pero la madre no sabía en qué sitio, lo más que el chico le soltó de información fue que un señor lo había contactado para meterlo en el negocio. Ni Van Gog en toda su vida tuvo el éxito con sus obras como lo ha tenido este muchacho en un sitio que solo él sabe cuál es. Por supuesto, todo es mentira, pero la mamá cierra los ojos y no pregunta.
Que no nos sorprenda que tantos jovencitos estén cayendo en la delincuencia, la explicación es sencilla, basta con preguntarles cómo ha sido su relación con sus padres. La pena y el abandono que enfrentan los induce a buscar comprensión y amor en sitios equivocados. Dejemos la apatía y enfrentemos nuestro deber de educadores y guías, porque de eso, daremos cuentas a Dios y no habrá forma de dar excusas.
Cuidemos a nuestros hijos.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 23 de julio de 2023 No. 1463