Era el 1 de mayo de 1987 cuando Juan Pablo II beatificó a Teresa Benedicta de la Cruz (en el siglo, Edith Stein), una monja carmelita de origen judío que murió asesinada en un campo de concentración nazi. El mismo pontífice la canonizaría en 1998, y la declararía copatrona de Europa en 1999.
A veces pareciera que hubiera como un muro infranqueable entre judaísmo y cristianismo; pero lo cierto es que, desde la venida de Jesucristo y su gloriosa Resurrección, en ninguna época ha dejado de haber judíos —muchos o pocos— a quienes la fe y la razón acaban por conducirlos hacia el Mesías, y se hacen sus discípulos.
La razón fue la principal causa que llevó a Edith Stein al encuentro con el Redentor.
Camino al ateísmo
Ella nació en Alemania en 1891, siendo la menor de once hijos de una familia judía que se dedicaba al comercio de la madera.
El padre de Edith falleció de una insolación antes de que ella cumpliera los 3 años de edad. Su madre, que era muy religiosa, se ocupó entonces del negocio y de transmitir su fe a los hijos. Pero Edith a los 15 años dejó de rezar.
De una enorme capacidad intelectual, Edith no tuvo problemas para graduarse de secundaria y bachillerato; leía muchísimo, y en la universidad estudió lenguajes indoeuropeos, alemán antiguo, griego, historia, filosofía y psicología. Y fue precisamente durante sus estudios de piscología que Edith se declaró atea.
Obtuvo un doctorado en filosofía, participó en una asociación de educación popular que impartía cursos gratuitos a trabajadores y empleados, y fue parte de una asociación feminista; además se enroló en la Cruz Roja donde en un hospital militar en Austria se ocupó de asistir a enfermos con enfermedades infecciosas. Igualmente perteneció a una sociedad filosófica y escribió diversos libros sobre el tema.
Rodeada de conversos
Pero ocurrió que, en el círculo de los filósofos al que pertenecía, hubo muchas conversiones al cristianismo, entre ellas la de su amigo Adolf Reinach, que se hizo protestante.
En este caminar, ella entró en contacto con las obras de san Agustín, de santo Tomás de Aquino y de san Ignacio de Loyola. Luego murió Adolf Reinach, y vio cómo la viuda de éste, de nombre Pauline, que también era una conversa católica, no sólo afrontó con gran entereza esta pérdida, con toda su fe y esperanza cimentadas en Jesucristo, sino que se hizo monja benedictina.
Todo esto impactó profundamente a Edith Stein, pues la hizo descubrir que existe un amor sobrenatural.
Más adelante ella diría que la causa decisiva de su conversión al cristianismo fue precisamente la manera en que su amiga Pauline aceptó, por el misterio de la cruz, la muerte de su marido.
En el seno de la Iglesia
Edith Stein se inclinó entonces por la fe católica, y cuando leyó la autobiografía de santa Teresa de Jesús ya no tuvo más dudas. Edith recibió el Bautismo en el seno de la Iglesia católica el 1 de enero de 1922.
Después decidió entrar en la Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo, donde tomó los hábitos bajo el nombre de Teresa Benedicta de la Cruz.
Durante la Segunda Guerra Mundial fue detenida por los nazis, junto con una hermana suya que también se convirtió a Jesucristo. Ambas murieron en el campo de exterminio de Auschwitz, en 1942.
TEMA DE LA SEMANA: «SANTA EDITH STEIN: EL DIÁLOGO NECESARIO DE LA FE»
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 1 de mayo de 2022 No. 1399