La ruptura de la familia es la clave para la descomposición del tejido social
Por Mónica Muñoz
El respeto hacia los menores es un tema poco abordado, es verdad que se habla de los derechos de los niños, pero en la práctica, poca gente en realidad entiende qué significa respetarlos. Lo comento porque estamos atravesando una grave crisis de valores en una sociedad corrompida, que no acaba de comprender que la ruptura de la familia es la clave para la descomposición del tejido social.
Lo elemental y las carencias
Vamos por partes. En la casa, donde nace un niño o niña, se espera que pueda tener lo elemental, no solo comida, techo y vestido, sino, sobre todo, el amor de un padre y una madre. Ambos hacen falta en la vida de un pequeño, ya que comienza a distinguir la realidad de su propia persona desde la diferenciación: es más semejante a uno de ellos y distinto del otro, de acuerdo a su sexo. Empieza a comprender los roles que cada uno desempeña, la madre es más tierna que el padre, porque, además, él tiene mayor fuerza física. Esto que comento, se da de manera natural, y para muchos de nosotros que tuvimos la gran bendición de nacer en una familia tradicional, no es un panorama extraño. Hasta aquí, todo bien, quiero suponer.
Planteo otro escenario. Nace un niño o niña dentro de una familia disfuncional, es decir, dividida, a lo mejor de madre soltera, o quizá un padre que se quedó con el bebé y vive con sus padres, quien sabe, hay tantas realidades actualmente, que se vale fantasear un poco.
El niño crece con lo indispensable, pero, debido a que papá o mamá tienen que trabajar, no recibe la supervisión ni la educación que le ayudarán a enfrentar la vida o a fomentar las relaciones interpersonales que irá cultivando conforme crezca, con los compañeros de la escuela, los parientes cercanos, los amigos de la cuadra, etc. Además, nadie le aconseja qué hacer en determinadas situaciones, no recibe corrección cuando lo necesita, no fortalece la confianza con su progenitor, por eso, lo que le ocurre, sobre todo lo adverso, lo guarda y lo procesa solo, nadie lo consuela ni lo motiva para alcanzar sus sueños. Definitivamente, cubre todos los requisitos para perderse.
La formación
Hasta aquí he planteado dos situaciones que podemos reconocer fácilmente. Ahora bien, en cualquiera de ellas, podremos encontrarnos con que se estará formando una persona de bien, si en su hogar esa niña o niño es tratado con respeto, si toman en cuenta lo que dice y siente, si sabe que lo que piensa no será tomado a mal y menos desechado, pues tendrá la certeza de que su opinión es tan valiosa como la de cualquier miembro de la familia. Alguien que crece recibiendo respeto, será capaz de darlo también. Aun en las peores circunstancias, aunque la vida se torne difícil, la garantía de que ese ser humano puede salir de una situación precaria descansará sobre las bases del respeto.
Y, definitivamente, es un valor que en este tiempo se ha desdeñado en todos los niveles, lo vemos hasta en las actitudes de las figuras públicas, hoy los medios se han convertido en campos de batalla, todo mundo se siente ofendido, todo mundo quiere que se le preste atención, todo el mundo exige respeto, pero no todo el mundo está dispuesto a respetar.
El buen trato
Y me enfoco, sobre todo, en los niños, porque son quienes tendrán las herramientas necesarias para cambiar el mundo que les estamos dejando, si nosotros, como adultos, nos reeducamos en la forma en la que tratamos a los demás. Basta ya de buscar revanchas, de desear venganza, de pensar únicamente en nuestro bien y olvidarnos de los demás. Un niño que ve a sus padres tratarse con cariño, hablarse sin lastimar y a su vez, lo tratan y le hablan de la misma manera, aprenderá a proceder igual con sus semejantes.
Y debería ser sencillo, las niñas y niños pequeños se dan cuenta cuando alguien los toca de manera diferente, ya sea para cambiarles un pañal, bañarlos, besarlos o alimentarlos. Inmediatamente reaccionan de acuerdo con el estímulo que reciben, si se sienten incómodos, lloran. Si se les trata con respeto, denotan confianza. Igualmente, si se les grita o trata con impaciencia, con sus actitudes responderán al emisor. No olvidemos que son seres humanos y están aprendiendo, y que de la misma manera se comportarán con los demás, por eso, seamos cariñosos, pongamos límites y reglas, escuchemos lo que tienen que decir, démosles el lugar que merecen, expliquémosles con paciencia, toleremos sus enojos sin exaltarnos, eliminemos de nuestro vocabulario las malas palabras, sobre todo cuando nos dirijamos a ellos o algún integrante de la familia, es decir, actuemos siempre con respeto.
Poco a poco podremos percibir que ese es el granito de arena que podemos poner para que nuestro mundo cambie.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 8 de mayo de 2022 No. 1400