Debido a la pandemia y al populismo, las dificultades de la prensa en América Latina se agravan y el panorama parece desolador
Por Jaime Septién*
América Latina se ha convertido en un sitio demasiado peligroso, deteriorado y tóxico para ejercer el periodismo. Aliado al poder político y económico, así como a las organizaciones criminales, el combate frontal al periodismo lesiona uno de los derechos humanos fundamentales y socava la democracia.
Es el resumen del último informe de Reporteros Sin Fronteras (RSF) en el que hace una radiografía de la situación del periodismo en el mundo y en América Latina durante 2021, segundo año de la pandemia en el que la crisis provocada por el coronavirus ha visibilizado una serie de problemas estructurales que pesaban sobre la región.
De hecho, según este reporte, la crisis de la Covid-19 fue un acelerador de la censura, «ha generado graves dificultades económicas a la prensa y ha planteado serios obstáculos para acceder a la información sobre la gestión de la pandemia por parte de los gobiernos de Latinoamérica”.
Desconfianza y estigmatización
Según RSF, dos son los factores que ha derivado en un panorama desolador para el periodismo y, en consecuencia, para la libertad de expresión tanto como el derecho a la información de las audiencias: desconfianza contra los medios y “una generalización de los discursos estigmatizantes por parte de la clase política”.
Estos dos factores han incidido en el hecho que algunos países de América Latina se encuentren en niveles muy bajos en la clasificación de RSF, en cuyo primer sitio de los 180 países analizados se encuentra Noruega, con una puntuación de 92.5 sobre 100 y en el último lugar Corea del Norte, con 13.92 puntos sobre 100.
La clasificación toma en cuenta contexto político, contexto económico, marco legal, contexto sociocultural y la seguridad en la que se desenvuelve el trabajo de los informadores.
Los dos países con menor puntuación en América Latina son Honduras, en el lugar 165, y Cuba, que es el peor del continente, en el lugar 173. Sin embargo, RSF destaca que el mayor descalabro en el informe 2022 corresponde a Nicaragua (lugar 160) al perder 39 posiciones tras lo que la organización internacional considera como “parodia” en las elecciones del pasado mes de noviembre de 2021 que ha desatado “una persecución feroz contra las voces críticas”.
En general, apunta el documento de RSF, los ataques a la prensa son “cada vez más visibles y virulentos”. El fondo del asunto es que estos ataques públicos “fragilizan a la profesión y alientan procedimientos judiciales abusivos, campañas de difamación e intimidaciones -especialmente contra las mujeres- y acoso en Internet contra los periodistas críticos”.
Radiografía de la región
Otro de los países que ha sufrido una caída pronunciada (menos 30 lugares en la clasificación mundial, es El Salvador (puesto 112). Las autoridades que tomaron posesión en 2019 han sido muy críticas e, incluso, amenazantes con la prensa dando una imagen de ella como “enemiga” del pueblo.
Algo similar ocurre en México –país que ocupa el lugar 127—con la división y la polarización a la que ha recurrido la administración federal actual y que ha redundado en un serio peligro para ejercer el periodismo en ese país.
De hecho, México se mantiene como el país más mortífero del mundo para la prensa y se sitúa en la posición 179 sobre 180 del indicador de seguridad para los periodistas. Los últimos asesinatos reportados (hasta el cierre de esta edición) ocurrieron hace unas semanas. Primero, fue el periodista Luis Enrique Ramírez el 5 de mayo en Sinaloa. Y a la lista de horror se sumaron la directora del sitio web de noticias El Veraz, Yessenia Mollinedo Falconi, y la reportera Sheila Johana García Olivera quienes fueron asesinadas en el municipio de Cosoleacaque, Veracruz, el 9 de mayo. Once periodistas asesinados en México en lo que va del año.
Costa Rica sigue siendo la excepción del continente y el alumno aventajado de América Latina (número 8 en la clasificación general), lo que habla muy bien de este país centroamericano, que se ha distinguido, a lo largo del tiempo por la solidez de su democracia y por abanderar algo que muchos líderes populistas de la región simplemente no quieren entender: que los derechos humanos no se otorgan, sino se garantizan.
*La primera versión de este artículo fue publicada en Aleteia
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 15 de mayo de 2022 No. 1401