Por José Ignacio Alemany Grau, obispo

Reflexión homilética 29 de mayo de 2022

Así les dijo Jesús a los apóstoles en la última cena cuando se pusieron tristes. Poco más tarde les prometió: «Vuestra tristeza se convertirá en alegría y nadie os quitará vuestra alegría».

Después, cuando lo vieron resucitado, dice el evangelista que «los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor».

Hoy la liturgia nos hablará del gozo pleno del día de la ascensión de Jesús al cielo.

Hechos de los apóstoles

Aunque San Marcos hace una pequeña alusión a la ascensión de Jesucristo, es solamente San Lucas quien por dos veces nos describe la ascensión al fin del evangelio y al principio de los Hechos de los apóstoles. Lo hace refiriéndose a un Teófilo que posiblemente, más que una persona concreta, es por el significado de la Palabra: «amigo de Dios», por tanto, para cada uno de nosotros.

Jesús les pide a los apóstoles que no se vayan de Jerusalén hasta que «sean bautizados por el Espíritu Santo».

Resulta extraño que, una vez más, los apóstoles «rodearon a Jesús preguntándole: «Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el Reino de Israel?»

Todavía tenían sentimientos políticos a pesar de haber vivido años con Jesús.

El Señor les aclara que se trata de otra cosa distinta y que cuando reciban el Espíritu Santo entenderán todo y se convertirán en testigos suyos hasta los confines del mundo.

En ese momento «lo vieron levantarse hasta que una nube se lo quitó de la vista».

Mientras esperaban que pasara la nube y volvieran a ver a Jesús, se les aparecieron «dos hombres vestidos de blanco» que les dijeron: «El mismo Jesús que los ha dejado para subir al cielo volverá como lo han visto marcharse».

En el evangelio encontraremos la alegría con que volvieron los apóstoles a Jerusalén.

Salmo 46

El salmista parece haber escrito este salmo el día de la ascensión. Meditémoslo:

«Dios asciende entre aclamaciones; el Señor al son de trompetas. Tocad para Dios, tocad. Tocad para nuestro rey, tocad. Porque Dios es el rey del mundo».

Carta a los Hebreos

En esta carta que fundamentalmente trata del sacerdocio de Cristo, leemos hoy:

«Cristo ha entrado no en un santuario construido por hombres sino en el mismo cielo para ponerse ante Dios intercediendo por nosotros».

Podríamos decir que el autor nos ha descrito el momento de la ascensión de Jesús y qué es lo que hace en el cielo. Les invito a leer el párrafo de este domingo (Hb 9,24-28; 10,19-23) y ojalá toda la Carta a los Hebreos que lamentablemente es bastante desconocida para muchos católicos.

Verso aleluyático

Nos recuerda el mandato de Jesús cuando se despidió de los discípulos, según el evangelio de San Mateo: «Id y haced discípulos de todos los pueblos. Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo».

Dos cosas importantes: el apostolado que de una u otra manera todos tenemos que hacer y la alegría de saber que Jesús, subido al cielo, permanece continuamente con su Iglesia hasta el final, intercediendo por nosotros.

Evangelio

Es también San Lucas el que nos cuenta en este último párrafo de su evangelio que, después de conversar Jesús con los suyos, les recuerda que se habían cumplido las profecías que Él mismo les había dicho y les pide que se conviertan en los testigos de su muerte y resurrección y prediquen la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos.

Finalmente, pide a los apóstoles que se queden en Jerusalén: «hasta que os revistáis de la fuerza de lo alto».

A continuación, «mientras los bendecía se separó de ellos subiendo hacia el cielo».

Lucas termina su evangelio con estas esperanzadoras palabras:

«Ellos se postraron ante Él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios».

Como los apóstoles también nosotros esperemos confiadamente y con alegría la gran fiesta de Pentecostés que se acerca.

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