Por P. Fernando Pascual
Para profesores e investigadores, para directores y colaboradores de revistas de alta calidad e “impacto”, debe ser motivo de sorpresa, o quizá de una envidia no siempre sana, ver cómo gente sin títulos consigue una difusión bastante amplia de ideas que no pasarían por los filtros académicos de calidad.
Así, una persona a la que le gusta leer y analizar, sin tener grados académicos, puede escribir en redes sociales ideas y reflexiones que leen miles y miles de seguidores. Al mismo tiempo, un investigador, después de meses de esfuerzo y de pagar (también hay que pagar) para que le publiquen sus conclusiones, apenas es conocido por un grupo pequeño de lectores.
Seguramente quienes leen al investigador son personas que luego pueden influir en cientos de personas de alto nivel académico, que luego influirán sobre miles y miles de personas, hasta llegar, en algunos casos, a producir cambios relevantes en la mentalidad de un pueblo.
Pero también ocurre que miles de estudios especializados apenas llegan a la gente, ni directa ni indirectamente, mientras que giran y giran por Internet otros miles de textos divulgativos, hechos por personas sin títulos, que pueden incluso generar corrientes de opinión de cierta importancia.
El mundo académico y las publicaciones científicas corren el riesgo de establecer criterios muy estrictos de selección y calidad que al final no facilitan la difusión de las ideas, si es que no ocurre (y de hecho ya ocurre) que se crean guetos intelectuales donde solo se publica lo que concuerda con la mentalidad de una élite ideologizada.
Por eso, hay que analizar en qué maneras cualquier reflexión o estudio que contenga elementos de interés para la vida social pueda aparecer en publicaciones acreditadas, sin tener que pagar por ello ni someterse a filtros excesivos que asfixian a talentos que no consiguen ser reconocidos por sistemas cerrados.
Al mismo tiempo, hay que repensar en qué modos los profesionales, de la investigación y la cultura, pueden superar los límites estrechos de revistas demasiado exclusivas, para entrar en comunicación y diálogo constructivo con un amplio número de personas.
De esta manera, será posible una fecunda colaboración de muchos hombres y mujeres que analizan, estudian y piensan creativamente argumentos de interés, lo cual lleva a un continuo crecimiento en el saber que nos acerca a esa meta que tanto deseamos: conocer mejor el mundo y las sociedades en las que vivimos.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 12 de junio de 2022 No. 1405