Por P. Fernando Pascual

Si encontrásemos un grupo de personas que afirmen que lo azul es verde, que lo malo es bueno, que lo alto es bajo, y que afirmar algo como verdadero es ser intolerante, podríamos reaccionar con sorpresa, y preguntarnos: ¿cómo llegan estas personas a afirmar ideas tan extrañas, incluso enloquecidas?

Esas personas han existido en el pasado y existen en el presente. Basta con recordar cómo jugaban con las palabras algunos sofistas griegos, cómo engañaban a la gente algunos adivinos estafadores, y cómo gobernantes sin escrúpulos prometían la victoria inminente cuando sus propios ejércitos huían en casi todos los frentes…

Ante este tipo de situaciones, hace falta buscar las raíces de ideas enloquecidas. Una es fácilmente identificable: hay muchas personas que sucumben a mentiras fáciles por falta de espíritu crítico, por exceso de confianza en gobernantes y medios de comunicación engañosos, y por pereza intelectual.

Otra es más compleja: se llega a ideas enloquecidas por etapas, desde un error inicial encerrado en una propuesta con elementos válidos y con una pequeña dosis de veneno que luego, poco a poco, produce sus efectos dañinos en la mente de las personas.

El pensamiento moderno puede comprenderse así. ¿Qué hay más urgente que buscar la verdad? Ese era el proyecto de Descartes. Pero el camino que escogió aquel famoso filósofo encubría un error pernicioso: suponer que bastaría con analizar las propias ideas claras y distintas, mientras se dejaban a un lado los consejos de los sabios de todos los tiempos.

Otra raíz consiste en proponer un gran ideal unido y mezclado con programas de acción injustos y llenos de sofismas. Basta con ver cómo unos prometían la regeneración de Alemania mientras discriminaban a miles de inocentes por su “raza”; o con recordar cómo otros se lanzaban a la conquista de la justicia “para el pueblo” mientras encerraban y asesinaban arbitrariamente a miles de “potenciales” enemigos de la revolución.

Las ideas enloquecidas, aceptadas por los dirigentes, por agentes de opinión, “filántropos” falsos, incluso por quienes presumen de “verificadores de noticias”, se expanden entre la gente, que muchas veces se convierte en su principal defensor al sucumbir a su engaño.

Cuando las oleadas de mentiras arrasan a las sociedades y llevan a discriminar cualquier atisbo de pensamiento diferente (marginado y perseguido como “fascista”, “intolerante”, “retrógrado” y otras descalificaciones), resulta muy difícil luchar contra la corriente y denunciar algo tan sencillo como que el azul no es verde, o que uno no puede convertirse en cualquier cosa que desee, por más cirugías “estéticas” a las que se someta.

Necesitamos hoy, como en tantos otros momentos del pasado, mantener la mente abierta y vigilante, para descubrir cuándo empieza a difundirse una idea enloquecida para ponernos en actitud de alerta.

De este modo, evitaremos caer en sus redes, buscaremos denunciarla cuando todavía está en sus inicios, y ayudaremos a otros a estar prevenidos y a adoptar una actitud sencilla y asequible a casi todos: una mirada abierta y serena que respete a las cosas como lo que son…

 
Imagen de Chen en Pixabay


 

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