Por P. Fernando Pascual
Con frecuencia nos encontramos ante deberes de distintos niveles: pagar impuestos, respetar normas de tráfico, adoptar ciertos modos comportarse ante otros, esforzarse por mantener la higiene.
Al mismo tiempo, experimentamos deseos, algunos que no chocan contra deberes concretos, otros que parecen ir contra ciertos deberes.
Por ejemplo, muchos experimentan el deseo de pagar menos impuestos, o de saltarse un semáforo para llegar a tiempo a una cita, o de librarse de ciertas reglas de etiqueta que resultan incómodas.
Surge entonces la pregunta, ya abordada por diversos filósofos del pasado: ¿hay una oposición entre deberes y bienes, o resulta posible armonizarlos?
La respuesta no es fácil. En primer lugar, porque ya de por sí resulta difícil definir qué es un deber y qué es algo bueno. En segundo lugar, porque existen diversos tipos de deberes y de bienes. Y en tercer lugar, porque muchas veces parece que deberes y bienes están en oposición.
Parece… porque en realidad un deber correctamente fundamentado tiene sentido solo en cuanto orientado a un bien, si es que no coincide en sí mismo con un bien.
Así, los diversos deberes de tráfico, que en más de una ocasión parecen molestos o, incluso, “dañinos”, tienen sentido solo para promover orden y evitar accidentes, lo cual es un bien para todos.
Desde luego, cuando hay una emergencia (un enfermo en el coche que necesita llegar urgentemente al hospital), no hay que respetar el rojo, simplemente porque no existe el deber de respetarlo, desde luego con la suficiente prudencia como para no chocar con otros…
Otros deberes, sobre todo cuando surgen desde leyes discutibles, no estarían realmente orientados a bienes. Incluso en ocasiones hay “deberes” que sirven para dañar, por ejemplo en sistemas dictatoriales que obligan a las personas a actuar contra la conciencia y a cometer acciones de por sí contrarias a la justicia.
Siempre es necesario reflexionar sobre las relaciones entre deberes y bienes, para entender cuándo coinciden y cuándo se separan entre sí, aunque no siempre será fácil llegar a respuestas satisfactorias.
Solo si comprendemos bien este tema, podremos orientar la propia vida en la búsqueda de esa plenitud humana, que en el fondo coincide con el encuentro con lo bello, lo justo, lo noble, lo que nos orienta al amor auténtico a Dios y a los demás.
Imagen de Hans Braxmeier en Pixabay