Por Jaime Septién
En El Evangelio en el Hogar, el padre Georges Chevrot (París, 1879 – 1958) refiere la “parábola de los talentos” (Mt 25, 14-30) como “El retorno del amo de casa”. Acostumbrados a llamar así a la mujer, la frase provoca escozor. De inmediato nos asaltan las bromitas machistas y el apodo de “mandilón”. Pero el tema es serio. Abarca no la función (la familia no es una sociedad mercantil), sino el corazón del padre de familia.
Un propietario sale de viaje por mucho tiempo y deja a su gente sus bienes con la intención de que los hagan rendir. A uno le da cinco talentos, a otro dos y a otro uno. Regresa –no se nos dice cuánto tiempo tardó—y ve que el de cinco y el de dos los han multiplicado. Pero el de uno, lo enterró y no hizo nada más. Es castigado. El propietario es Jesús, y nosotros, sus discípulos, a los que nos distribuyó una misión: difundir los talentos a lo largo y ancho de nuestra realidad, hacerlos valer.
Al momento de formar una familia, al padre se le da la misión de cuidar la plenitud de todos los miembros del hogar. No solo es proveedor. Es equilibrio con la mujer por el bien superior de los hijos. Y de su comunidad. En otras palabras, recibe los cinco talentos. “Jesús quiere discípulos audaces, que no teman comprometerse, que no estén pensando en el pro y el contra y preguntándose si no son imprudentes; que estén prontos a hablar de Él y que se jueguen el todo por el todo”, dice el padre Chevrot. ¿Habrá mejor descripción de la importancia del verdadero “amo de casa”?
TEMA DE LA SEMANA: “SER PADRE: EL DON ABSOLUTO DE SÍ MISMO”
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 19 de junio de 2022 No. 1406