Por Prisciliano Hernández Chávez, CORC.

Nuestros tres últimos papas, -siguiendo a san Juan XXIII, han puesto la misericordia de Dios como punto focal de su evangelización y clave de su ministerio petrino. Así san Juan Pablo II nos dice que la misericordia ‘es el atributo más estupendo del Creador y del Redentor (Div in Mis 13); para Benedicto XVI la misericordia ‘es el nombre propio de Dios’ y por eso es el núcleo central del mensaje evangélico; el Papa Francisco en una entrevista con Adrea Tornielli (1996) ante el Jubileo de la Misericordia señalará en la línea de Benedicto que ‘el nombre de Dios es la misericordia’.

Como dice el salmo 136, creó el cielo y la tierra ‘porque es eterna su misericordia’; liberó a Israel de la esclavitud de Egipto ‘porque es eterna su misericordia’.

Dios ama, muestra su poder divino perdonando, porque tiene un corazón misericordioso: ‘¡Ah!Mi corazón se conmueve; mis entrañas se estremecen’ (Os 11 8 c)!

Singularmente el misterio del Dios misericordioso se revela en el personaje misterioso de Isaías, el Siervo de Yahvéh (cf Is 42-53), asumido por Jesús, quien cargará sobre sí los pecados de la humanidad; Zacarías añadirá ‘mirarán al que traspasaron’ (Zac 12,10); y el Apocalipsis señala ‘que todo ojo lo verá, y también los que lo traspasaron’ (Ap 1,7).

La misericordia de Dios se manifiesta en Jesús crucificado, Siervo Doliente, a quien una lanza traspasó su costado, atravesando su propio Corazón. Este Corazón de Cristo, del perdón y de la misericordia, es el mismo corazón de Dios, ahora encarnado. Por eso afirmamos con Mons. Martínez Camino, que ‘la Misericordia tiene corazón de carne’. No hay misericordia sin corazón; es el de Cristo Jesús.

El Corazón traspasado de la misericordia,  fuente de vida y salvación, atraviesa la Historia, y llega hasta nosotros.

El Buen Pastor que da la vida por sus ovejas (cf Jn 10,15) tiene ese Corazón lleno de compasión y de misericordia; es el Cordero de Dios que tiene Corazón, quien fue inmolado y está de pie, tiene su Corazón manso y humilde, quita el pecado del mundo y además es nuestro alimento.

En la Santa Eucaristía, tenemos el Sacramento de este Corazón vivo y palpitante por nosotros, quien realiza una Alianza de comunión con nosotros para pensar como él, amar como él y actuar como él; en la vida práctica hacemos su memoria, como quien entrega el propio corazón asumido por este Corazón traspasado y glorioso.

Es tan importante esta visión del Corazón traspasado, que para el evangelista y apóstol san Juan, como sentencia Glotin, ‘el signo de Cristo traspasado es un resumen simbólico de todo el cristianismo’; el signo del Corazón traspasado resume la idea central de la fe cristiana. Corazón traspasado simultáneamente comporta la muerte por la herida y a la vez es la fuente de vida y fecundidad. La herida de su Corazón será la fuente de la vida que inicia la misma resurrección.

Si buscamos el ‘ágrafon’, la palabra clave de toda la Escritura Santa para desvelar su misterio de fondo, está precisamente en el Corazón traspasado; por tanto, ya no son solo los Papas y los místicos como san Alberto Magno, santa Margarita María, santa Faustina Kowalska,-y otros muchos,  sino ellos apoyados en la Escritura, en su vivencia del misterio de Cristo, concluyen con san Juan la centralidad del Corazón traspasado de Cristo.

Hemos de descubrir, contemplar y vivenciar los misterios de este Corazón, a nivel personal por la oración y a modo comunitario en la Sagrada Liturgia.

Cada uno de nosotros somos destinatarios, -podemos ser sus depositarios, de su amor insustituible; no somos masa anónima, sino personas irrepetibles, con nuestra propia identidad.

Como dice el salmo 33 (32, 11) ‘…pero el designio del Señor se mantendrá siempre, los proyectos de su corazón, por generaciones’.

El hecho histórico del Corazón que es traspasado, posee su categoría sacramental de misterio de salvación; acontecimiento que constituye su interpretación simbólico-salvífica y cultual.

La misión de Jesús es una entrega amorosa de su Corazón vivo y palpitante al Padre y que florece en nuestra propia salvación y nueva vida por la gracia del bautismo. Toda celebración eucarística, -y no solo en la Solemnidad del Corazón de Jesús, se ha de tener presente esto.

La misericordia de Dios se encarna y se revela en el Corazón de carne y traspasado de Cristo Jesús, Nuestro Señor.

Termino con esta oración al’ Sagrado Corazón de Jesús de la Misericordia’, dicha por primera vez el 13 de diciembre del 2015 con ocasión de la dedicación de su Templo y de su Altar, e inicio del Jubileo Extraordinario de la Misericordia, proclamado por el S.S. el Papa Francisco:

‘Señor y Dios nuestro, Jesucristo, que te has entregado a nosotros en tu misterio pascual, que se hace presente por mandato tuyo en la Eucaristía mediante el sacerdocio ministerial, concédenos reconocer en ella, tu Corazón traspasado y glorificado, para experimentar continuamente tu misericordia dignificante como redimidos tuyos, y así, seamos configurados a tu imagen y semejanza, para gloria del Padre y bien de nuestros hermanos. Amén’.

 

Imagen de Wilson Tamayo en Cathopic

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