Por P. Fernando Pascual
Con frecuencia se usa la expresión “comunidad científica”. A esa expresión pueden darse diversos significados.
Un primer significado sería una especie de recipiente en el que entrarían todos los científicos, sea que trabajen a título personal, sea que lo hagan dentro de instituciones más o menos organizadas. Como es obvio, tal recipiente es muy difícil de conceptualizar, y no existen instituciones en grado de abarcar todo lo que afirmen los millones de científicos que trabajan en numerosos campos del saber.
Un segundo significado aludiría a los resultados alcanzados por un elevado número de científicos, tal vez la mayoría, cuando discuten y trabajan con una serie de interacciones que permiten analizar a fondo la seriedad y validez de cada investigación concreta.
Este segundo significado encierra no pocos problemas, pues resulta casi imposible establecer sistemas de interacción entre números elevados de científicos que trabajan en un determinado sector del saber empírico.
Además, muchos científicos se caracterizan por realizar sus investigaciones en áreas muy concretas, de forma que llegan a un conocimiento bastante completo sobre un punto del saber, al mismo tiempo que conocen muy poco de otros puntos, incluso en ámbitos afines.
Es cierto que un científico que conozca mucho sobre ciertas actividades metabólicas de una bacteria tendrá una buena competencia sobre el método científico y así podría evaluar trabajos de otros investigadores en ámbitos similares al suyo.
Pero esta competencia no garantiza que se alcance una especie de consenso amplio entre muchos científicos, sino solo que grupos de investigadores puedan juzgar estudios de otros investigadores, sin que lo que digan sea un patrimonio de muchos otros investigadores que no tienen tiempo de analizar a fondo los resultados de tantas publicaciones como las que se hacen cada año sobre sus temas de especialización.
Reconocer lo anterior no significa negar que numerosos científicos lleguen a tener cierto consenso sobre temas concretos. De hecho, muchos estudiosos suelen compartir conclusiones sobre datos concretos, sin tener por ello que haber analizado a fondo cómo sus colegas habían alcanzado tales datos.
Pero que exista un consenso no lleva automáticamente a declarar como verdadero e indiscutible lo que ha sido consensuado. De hecho, un aspecto intrínseco de la ciencia empírica consiste en mantenerse siempre en actitud abierta ante nuevos datos que lleven, en ocasiones, a un cambio profundo de conclusiones.
Por lo mismo, sería peligroso que, con un mal uso de la idea de “comunidad científica”, se impidiese a investigadores concretos publicar estudios que vayan en contra de lo admitido mayoritariamente, cuando una comunidad científica sana sabrá siempre mantenerse abierta a cualquier estudio realizado con garantías de seriedad, incluso cuando abra un horizonte de conocimiento hasta ahora desconocido.
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