Por P. Prisciliano Hernández Chávez, CORC.

Ante todo, y sobre todo, hemos de recordar las palabras de Benedicto XVI en ‘Sacramentum Caritatis’: el misterio eucarístico ‘es el don que Jesucristo hace de sí miso, revelándonos el amor infinito de Dios por cada hombre’. En este Sacramento Jesús prolonga y actualiza su amor hasta el extremo, con el don de su cuerpo y de su sangre (cf 1).

La fiesta del Corpus Christi se ordena a adorar, alabar y dar gracias públicamente al Señor por este Sacramento admirable.

Este misterio, por supuesto, supera nuestra comprensión humana; por aceptar la Palabra de Dios en la Iglesia, aceptamos gozosamente este misterio, es decir, la presencia real de Cristo en la hostia consagrada, el Cuerpo y Sangre del Señor.

Existen análisis de milagros eucarísticos examinados por el Dr. Ricardo Castañón Gómez en ‘Más allá de la Razón’, nos muestran que lo afirmado por Jesús, así es comprobado por la tecnología científica, hoy.

El milagro eucarístico acontecido el 15 de agosto de 1996, Fiesta Patronal de la Asunción de María. Con la presencia de la Comisión encargada y autorizada por el entonces Cardenal de Buenos Aires, Mario Jorge Bergoglio, -nuestro actual Papa Francisco, el Dr. Castañón toma las muestras para sus análisis obtenidas el 5 de octubre de 1999; se entregan al Centro de Investigación, Forensic Analytical, en Hayward, North California, EE. UU; se examina por la Dra. Lisa Calandra, en el mismo laboratorio el 28 de enero del año 2000 y otros más. Lo más significativo, es el análisis conclusivo realizado por el Frederick T. Zugibe, M.D., Ph.Dr.,PC en Patología Medica Forense, Garnville, Nueva York, en marzo 26 de 2005: que corresponde a tejido de corazón inflamado, es la parte del ventrículo izquierdo; lo sorprendente que hay es ‘la presencia de células blancas de sangre en la muestra indica que el corazón estaba vivo en el momento que se tomó la muestra, porque los glóbulos blancos no pueden existir fuera del cuerpo en cuanto se nutren del mismo cuerpo. Los glóbulos blancos tendrían que disolverse a los pocos minutos o a una hora aproximadamente, luego de haber abandonado el organismo. Y algo más, habría sido imposible que los glóbulos blancos se mantuvieran en la muestra si ésta estaba conservada en agua’ (en Castañón Gómez, Ricardo ‘Más allá de la Razón’, 2011, pág 185).

El 17 de marzo del 2006, se entregó el documento conclusivo al Cardenal Bergoglio, después de más de 6 años de investigación:

  1. Muestra A-2 identificada como materia oscura en líquido claro corresponde a carne y sangre.
  2. La carne, corresponde a músculo del corazón, músculo del miocardio. La muestra proviene de un área próxima al ventrículo izquierdo
  3. El individuo de quien proviene la materia analizada, ha sufrido traumatismos. Se evidencian lesiones que corresponden infarto de miocardio.
  4. Se registra la presencia de glóbulos blancos intactos, cosa imposible en una muestra sometida al ambiente, sin preservante o fijador alguno.
  5. El corazón tenía actividad dinámica, en el momento que se tomó la muestra. (En palabras más simples, el tejido estaba vivo). (O.c. pág 185-186).

Se da esa convergencia feliz entre la fe y la ciencia de hoy.

Es Jesús que se nos ofrece como pan partido y compartido; es él mismo que vive ese misterio de comunión y transformación con nosotros. Si existe el cuerpo físico de Jesús, inmolado y glorificado, su Cuerpo también es la Iglesia: él mismo es su Corazón que nos vivifica para que el mundo tenga vida por él. En la Última Cena se entrega a sí mismo realmente de modo sacramental, -en el pan y en el vino, y a la vez nos sintetiza en este gesto su misión que se ha de prolongar y continuar en nuestra vida, somos su Cuerpo y su sangre corre por nuestras venas, para ser él, para vivir en él, para ser como él.

En la perspectiva de la fe, la transformación del pan y del vino, en el Cuerpo y la Sangre del Señor, acontece a nivel ontológico; no en los accidentes físicos y sensibles. En los milagros eucarísticos esa transformación aparece en lo inmediatamente físico y sensible: aparece el corazón, realmente la Eucaristía es el Cuerpo y la Sangre del Señor.

En la Eucaristía tenemos el mismo sacrificio de la Cruz bajo el modo sacramental. Cristo por la Iglesia, en la persona del sacerdote actualiza sacramentalmente su sacrificio.

Es el mismo Jesús quien identifica el pan y el vino con su Cuerpo y su Sangre: ’Quien come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él. Así como yo vivo por el Padre, que tiene vida y me ha enviado, y yo vivo por el Padre, que tiene vida y me ha enviado, también el que me coma vivirá por mí’(Jn 6, 54-57).

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