Por Jaime Septién

Mi amigo Carlos Díaz, me confió el siguiente relato: “Aquel ateo cayó por un precipicio y, mientras rodaba hacia abajo, pudo agarrarse a la rama de un pequeño árbol, quedando suspendido sobre la oscuridad del abismo que se abría a sus pies. Sabiendo que no podría aguantar mucho tiempo en aquella situación, tuvo una idea: ‘¡Dios!’, gritó con todas sus fuerzas, pero solo le respondió el silencio. ‘¡Dios!’, volvió a gritar: ¡Si existes sálvame y te prometo que creeré en ti y enseñaré a los otros a creer!’. Silencio. De pronto, una poderosa Voz le responde: ‘Eso es lo que dicen todos cuando están en apuros’ –‘¡No, Dios, ¡no! ¡Yo no soy como los demás! ¿Por qué habría de serlo, si ya he empezado a creer al haber oído por mí mismo tu Voz?’ ¡Ahora todo lo que tienes que hacer es salvarme, y yo proclamaré tu nombre hasta los confines de la tierra!’. –‘De acuerdo, dijo la Voz. Te salvaré. Suelta esa rama’. – ‘¿Soltar la rama?, gimió, ¿crees que estoy loco?’ A la mañana siguiente, unos excursionistas se encontraron al ateo congelado, agarrado con dos manos al arbusto situado a poco más de un metro del suelo”.

Ahora que los mexicanos estamos tan ocupados en insultarnos, ¿no seremos como este personaje? La violencia que vive el país nos hace voltear a Dios. Pero al oír su Voz (en el Evangelio, en su Iglesia, en la Creación) nos quedamos a un metro de la civilidad. ¿Qué les parece si dejamos de insultarnos? Sería un principio de la paz de Cristo, la verdadera paz.

TEMA DE LA SEMANA: “CRISTIANO ES QUIEN DE LA MANO, COMO EL BUEN SAMARITANO»

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 10 de julio de 2022 No. 1409

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