Por P. Fernando Pascual
Hay diversos modos en los que el aborto puede ser visto como discriminatorio. Uno consiste en esos miles de abortos que se cometen para impedir que nazcan hijos considerados como “peores” porque no encajan con los deseos de sus padres.
Así, hay parejas, o mujeres solas, que piden el aborto cuando saben que el embrión o feto es femenino. No quieren una hija, sino un hijo. Incurren, por lo tanto, en una discriminación contra las mujeres, a las que ven como “peores” respecto de los varones.
Otras parejas, o mujeres solas, piden el aborto cuando el hijo tiene defectos genéticos. En algunos países del mundo el aborto casi sistemático de hijos con síndrome de Down se ha convertido en algo rutinario, porque a esos hijos se les considera, usando una expresión que repite el Papa, como material de desecho.
Existe, sin embargo, un modo de ver todos los abortos como discriminatorios. Ello ocurre con la simple constatación de que cada aborto implica ver a unos hijos como no deseados, lo que lleva a eliminarlos en casi todos los casos.
¿En dónde radica la discriminación de esos abortos, que en el mundo serían la mayoría de los casos? En que se distingue entre dos tipos de hijos: deseados y no deseados.
Los primeros gozarían de una “discriminación positiva”: porque los padres, o la madre en solitario, los desean, esos hijos tienen una protección que les va a permitir nacer después de los meses de embarazo.
Los segundos, los no deseados, incurrirían en una “discriminación negativa”: ser declarados indeseados les condena, en muchos casos, a ser abortados, a no poder alcanzar una meta que todo embrión y feto tienen a lo largo de su desarrollo: el día del parto.
En un mundo en el que existen numerosas campañas contra diversas formas de discriminación, hace falta una fuerte toma de conciencia ante el fenómeno del aborto, que siempre implica una discriminación en contra de la vida de millones de hijos.
De este modo, será posible promover campañas para ayudar a las madres en dificultad y para reconocer la dignidad de cada hijo, sea del sexo que sea, tenga o no tenga defectos genéticos.
Así, lograremos que millones de seres humanos que hoy son eliminados cada año por culpa del aborto, puedan muy pronto verse reconocidos en su dignidad humana. Entonces podrán llegar a ese hermoso día del parto, desde el cariño de sus padres y de todos aquellos que empiecen a ayudarles en los siguientes meses de su existencia terrena.
Imagen de Mirosław Iskra en Pixabay