Por José Antonio Varela Vidal
En el corazón de Madrid hay una capilla que no es parroquia, pero tiene fieles. Tampoco tocan las campanas, pero llegan los vecinos muy temprano para vivir su “misa y comunión diaria”, previo a ir al trabajo o iniciar las faenas del hogar y con los hijos.
Las puertas, que están abiertas desde las 7.30 a.m., transportan al visitante a un ambiente de culto con mucho recogimiento, lleno de ese silencio característico que emerge cuando se adora al Santísimo Sacramento: ambiente de diálogo, de misterio escudriñado, así como también de perdón y de gratitud.
Por lo tanto, ese sagrario nunca estará “abandonado”, pues siempre habrá alguna de las religiosas Misioneras Eucarísticas de Nazaret, cruzando miradas con Jesús Eucaristía. Y no podía ser de otra manera, pues el santo fundador de la congregación, el español Manuel González García, les encargó dos tareas a sus hijas: que insistan y recomienden que los sagrarios nunca estén “abandonados” ni “olvidados”. Es decir, desamparados, impresentables o sin el debido reconocimiento al interior de los templos.
Y por otro lado, acuñó un neologismo –muy al estilo del papa Francisco-, que para dichas religiosas es su impulso, su motivación y su compromiso: el hecho de “Eucaristizar”…
El primer siglo
Al querer conocer más de este carisma religioso que abre las puertas de su sagrario cada día en nuestro distrito, nos dimos con la grata sorpresa que habían cumplido 100 años de fundación. “Los primeros cien años”, como les gusta llamar con alegría a esta etapa jubilar.
Para reflexionar sobre este acontecimiento, conversamos con la hermana Mónica Yuán, Responsable de comunicaciones de la congregación y Superiora de la comunidad de Madrid, quien desde su natal Argentina, dejó todo para entrar a ese jardín de flores y buenos aromas que es la vida religiosa, sobre todo si en el centro está Jesús Eucaristía.
Y fue así que asumió el mandato de “Eucaristizar”, que no es otra cosa –según nos explica ella misma-, que “mostrar a todos el amor y la gracia de Dios, presente en la Eucaristía”.
Esto lo entendió y lo vivió su padre fundador, san Manuel González, quien al momento de su muerte en 1940 era el obispo de Palencia (España), dignidad que le sirvió para extender en el mundo, con sus escritos y con la fundación de la congregación, la importancia de sustituir los “sagrarios abandonados”, por espacios dignos que conserven la Hostia como se debe.
Llegar a todos
En palabras de la joven superiora, el apostolado de la congregación debe “renovar con entusiasmo la misión de «Eucaristizar» cada realidad en la que estamos presentes”.
Y en una sociedad como la actual, surge la pregunta: ¿Qué puede encontrar el hombre contemporáneo si decide ponerse de frente a Jesús Eucaristía? “Cristo restituye la verdadera libertad a todo el que se reconoce pobre y necesitado”, nos asegura la Hermana Mónica y añade: “Debemos predicar con nuestro testimonio de que creemos en un Dios que escucha y perdona”.
Viéndola tan sumida en sus convicciones, le trasladamos una pregunta que nos hacen algunos amigos: ¿Si no puedo comulgar, Dios no entra en mí? La respuesta viene con la inmediatez y claridad pastoral de quien se desempeña como superiora local: “Dios es mucho Dios. Puede llenar los corazones, aún sin ese trozo de pan. Él tiene otras formas para llegar y nosotros para encontrarnos con Él”.
Y remata con una esperanza: “Por eso debemos orar y experimentar que Dios está en el corazón y que dará sus gracias, entrará en comunicación contigo y te llevará a vivir la caridad”.
Y antes de despedirnos, mientras la hermana Mónica se dirige a rezar las Vísperas con su comunidad, le preguntamos acerca de algún desafío para los próximos cien años: “Ir a lo profundo, para descubrir lo importante”.
La miramos decir esto último y pensamos: “Esta certeza se la debe haber dado Jesús Eucaristía, de tanto mirarlo y escucharlo”.
Para conocer más a las Misioneras Eucarísticas de Nazaret www.misioneraseucaristicas.org
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 7 de agosto de 2022 No. 1413