Por Mario De Gasperín Gasperín, obispo emérito de Querétaro

Para nada nos gusta a los católicos las intromisiones y recurrencias de los líderes políticos en los ámbitos propios de la iglesia. Lo hacen para ganar popularidad y asentar su poder. Usted no lo ignora, pero lastima sobre todo cuando se trata de seducir a las personas de sencillez y simplicidad de corazón. Esto es grave. Se llama manipulación.

No voy a detenerme en quienes aparecen en público impartiendo bendiciones y concluyen con un timorato “si Dios quiere”; o en quienes ostentan imágenes y símbolos religiosos populares; ni siquiera en quienes invocan al mismísimo señor Jesucristo, diciéndose sus admiradores y hasta (presuntos) imitadores. Meritorio es, en cambio, profesar una fe y practicarla con convicción y normalidad tanto en público como en privado.

Jesucristo vivió en un tiempo y ambiente particularmente violento. El recurso a la violencia con ansias libertarias era pan cotidiano. Él se opuso radicalmente a ello. Fue víctima del poder y así sentó las bases de la conducta cristiana ordenando el amor a los enemigos: “A quien te hiera en la mejilla, preséntale también la otra y a quien te quite la capa déjale también la túnica” (Mt 5 ,39). El perdón cristiano es de índole religiosa: “Perdónense mutuamente como Dios los ha perdonado en Cristo” enseñaba san Pablo. Perdona el que vive del perdón de Dios. Es fruto del amor. No es un deber social, sino religioso. No está mandado en el código civil, ni lo puede mandar. El uso político de este texto y otros más es un abuso reprobable.

El problema de fondo consiste en saber cómo se deben traducir e interpretar los dichos y las palabras de Jesús, de modo que no se enlode el sentido de su enseñanza. Por fortuna, existe una ciencia para la recta interpretación de la Biblia (la hermenéuitica), y una pontificia Comisión Bíblica que estudia y cuida de los asuntos candentes de interpretación de la Biblia, desde los antiguos hasta los modernos, por ejemplo, el acercamiento sociológico, el psicológico, el liberacionista y el feminista.

Esta Comisión Bíblica dedica un apartado especial a la “Lectura Fundamentalista” de la Biblia, que es el método que generalmente usan los protestantes de corte tradicionalista. Es un método abiertamente rechazado por los católicos. Este método enseña que la Biblia “debe ser leída e interpretada literalmente en todos sus detalles”; y por “interpretación literal” entiende “una interpretación primaria, literalista, es decir, que excluye todo esfuerzo de comprensión de la Biblia que tenga en cuenta su crecimiento histórico y desarrollo”. Se opone, por tanto, a todos los avances históricos y culturales del ambiente en donde nacieron los libros santos. El “fundamentalismo” bíblico, aprobado en el Congreso Bíblico Americano, N. York 1895, fue el método usado por los llamados “Emancipadores”, después “Reformadores”, para hacer aquí en México las “Leyes de Reforma”, y lo siguen usando sectas o grupos religiosos actuales. Suelen rechazar las traducciones modernas de la Biblia y aplicar a rajatabla los dichos y sentencias de Jesús. Esta interpretación –ideología- bíblica fundamentalista fue la que sustentó la política reformista y generó la persecución religiosa contra los católicos. Jesús nos enseñó a deshacer estas triquiñuelas bíblicas cuando superó las tentaciones del demonio.

Enseña la Iglesia que el fundamentalismo “es peligroso porque seduce a las personas que buscan respuestas bíblicas a sus problemas vitales. Puede engañarlas, ofreciéndoles interpretaciones piadosas pero ilusorias, en lugar de decirles que la Biblia no contiene necesariamente una respuesta inmediata a cada uno de sus problemas… Invita tácitamente a una forma de suicidio del pensamiento. Ofrece una certeza falsa porque confunde inconscientemente las limitaciones humanas del mensaje bíblico con su substancia divina” (PCB, La Interpretación de la Biblia, 1993).

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 21 de agosto de 2022 No. 1415

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