Por Rebeca Reynaud
¿Qué son los Ángeles? Se entiende por ángeles los seres personales de naturaleza invisible creador por Dios, inteligentes, que colaboran como mensajeros en el ejercicio de la Providencia en la Historia de la Salvación. La Iglesia ha definido dogma de fe la existencia de los Ángeles. Dios es el creador de todas las cosas, las visibles y las invisibles. (IV Concilio de Letrán, 1215). Y entre las invisibles están los Ángeles, que son espíritus puros.
Los Ángeles son personas, pero personas angélicas; es decir, tienen inteligencia y voluntad. Poseen una inteligencia mayor que los seres humanos.
Dios ha asignado a cada uno un Ángel de la Guarda o un Ángel Custodio, desde que fuimos concebidos, y nos acompaña toda la vida. Hay quienes creen que es cuento de niños, mas no lo es. Hay que tratar a nuestro Ángel de la Guarda pues nos puede ayudar mucho si se lo pedimos; es más, ese Ángel coopera en toda obra buena que hacemos.
Es un hecho palpable que no nos bastamos a nosotros mismos, que necesitamos habitualmente de la ayuda de los demás. En esta vida de relación participan no sólo los hombres, sino también los ángeles: “desde esta tierra, la vida cristiana participa, por la fe, en la sociedad bienaventurada de los ángeles y de los hombres, unidos a Dios” (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 336). Sin embargo, es necesario dejarse ayudar. Los ángeles no pueden entrar en el interior de la conciencia, no tienen acceso a lo que el hombre piensa y desea; pueden conocerlo sólo si se lo manifestamos o si Dios se lo revela. Aquí se encuentra otro motivo para tratar al Ángel Custodio: hablar con él, decirle lo que nos pasa y lo que queremos, para que lo conozca y nos ayude. Ciertamente, con su inteligencia agudísima, basándose en signos —reacciones y actitudes, palabras o gestos— pueden llegar a conocer nuestras intenciones y proyectos, o nuestras necesidades, y así alcanzan a saber lo que nos conviene; pero habitualmente recibirá más ayuda del propio Custodio quien más le trate.
Dios ha pensado en un Ángel particular para cada uno de nosotros, y cuando morimos ya no le es asignado a otra persona.
La ayuda del Ángel puede contribuir enormemente a la eficacia del trabajo, de la oración y del apostolado: es un gran aliado para vivir la coherencia de vida. También nos auxilian en los peligros, si acudimos a ellos. Dice Santo Tomás de Aquino que, el fin último de la misión del Ángel “es llevar al hombre a la posesión de la herencia eterna” (Santo Tomás, T.Th, I. q. 113, a. 5 ad 1).
La protección del Ángel Custodio es decisiva en la lucha interior, ya que por naturaleza está habilitado para este combate. Todos tenemos una lucha interior para ser mejores y para ser menos egoístas y soberbios, y, si no es así, difícilmente seremos agradables a Dios.
Una mística del siglo XVII, Sor María de Jesús de Agreda, dice: En esta lucha del hombre, Dios no lo ha querido solo, porque de otro modo la lucha habría sido desigual, ha puesto un Ángel de la Guarda, un Ángel siempre preparado para intervenir en cualquier momento que es requerido. Por desgracia la incredulidad hace que pocos recurran a él. Por eso hemos de hablar mucho de los Ángeles… ¡Cuántas veces los Ángeles, nuestros custodios están obligados a la pasividad casi absoluta por la incredulidad de los hombres!
Hay una breve oración que dice: “Ángel de mi Guarda, dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día, cuídame de noche, sígueme de día, Nuestro Señor te creo para mi compañía. No me dejes solo, que me perdería”.
Es mejor no ponerle nombre a nuestro Ángel de la Guarda, ya que un inferior no le pone nombre a un ser superior.
¿Y los demonios, qué son? Son Ángeles caídos. Son los ángeles rebeldes y arrogantes que dijeron: “Non serviam!”. “No serviremos a Dios”. Los demonios prosperan especialmente con la ira, la falta de perdón, la arrogancia y la desobediencia. La pornografía, las adicciones, el aborto, la adivinación y los recursos de la Nueva Era son puertas de entrada que le abrimos a los espíritus malignos.
Nuestra vida dura un instante, un “parpadeo” si se compara a la eternidad. Por eso es importante valorar el tiempo e invertirlo en lo que vale la pena, en tratar a Dios y a los demás, con amor y respeto.
Podemos tratar a diario a nuestro Ángel Custodio para que nos guarde de todo mal, es decir, del pecado. Y también, a través de los Ángeles, podemos mandar mensajes de amor a nuestro Jesús.
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