PREGUNTA DE NIÑOS
Los seres humanos nos vestimos conforme a las circunstancias. Por ejemplo, si vamos a una reunión, nos ponemos presentables como una forma de consideración a los demás; y si asistimos a cosas muy, pero muy importantes, como son nuestra primera Comunión o nuestra Confirmación, incluso hasta nos queremos comprar un vestido o un traje realmente especial, sin importar que sea costoso y que apenas lo vayamos a utilizar una sola vez.
Es que en nuestro interior intuimos que los encuentros con Dios merecen el más absoluto respeto, y que esto se extiende hasta en el modo en que nos vestimos.
Por ello mismo el sacerdote, que durante cada Misa y por el poder del Espíritu Santo hace que el pan y el vino se conviertan verdaderamente en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, sabe que todo lo que utiliza durante la celebración eucarística debe ser exclusivamente para ese fin; y en eso se incluyen las vestiduras sacerdotales que utiliza, y que se llaman alba, casulla y estola.
Incluso en el Antiguo Testamento, o sea antes de Cristo, a pesar de que Dios en ese entonces no se hacía presente —como ahora sí— con su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad, los sacerdotes ya usaban ropa especial para dirigir el culto al Señor: pectoral, efod, manto, túnica bordada, tiara y faja (Éxodo 28, 4).
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 7 de agosto de 2022 No. 1413