Después de que el Estadio Corregidora se convirtiera en el escenario de una tragedia sangrienta para la historia del fútbol mexicano, el pasado sábado se convirtió en un escenario donde resonó el grito: ¡Con Jesús, la paz está en casa!
El 24 de septiembre de 2022, se llevó a cabo la caminata por la paz como parte de las acciones que la Diócesis de Querétaro ha organizado para hacer eco de la voz de los obispos de México que busca la construcción de la paz en la nación mexicana.
Cerca de 10,000 personas se dieron cita en el Seminario Conciliar de Querétaro para emprender camino hacia el Estadio Corregidora en donde se tenía preparado un festival para compartir mensajes de paz.
El festival reunió las voces de todos los participantes para cantar sencillos como “Que canten los niños”, “Color esperanza”, “Cantaré, Cantarás”; canciones que se han usado para ayudar al prójimo en tragedias naturales y que se han convertido en himnos en defensa de la libertad.
Niños, adolescentes, jóvenes, migrantes, pueblos originarios y personas de otras denominaciones religiosas como fue el caso de Iman Adnan, representante de la comunidad musulmana; tuvieron oportunidad de contar sus experiencias y su anhelo por tener un México en paz.
Para finalizar el encuentro, el obispo de Querétaro, Monseñor Fidencio López Plaza compartió su mensaje, iniciando con un momento de silencio por los feminicidios, los desaparecidos, los homicidios de sacerdotes y periodistas y por las víctimas de la inseguridad y violencia.
En su discurso, el obispo compartió cómo la educación tiene un lugar especial para la construcción de la paz:
«Debemos educar la cabeza para aprender a tener ideas y pensamientos pacíficos, hay que educar el corazón para pacificar el mundo de los sentimientos, hay que pacificar la lengua para tener un lenguaje pacifico y pacificador.»
Comentando además que: «La educación es el ala que nos indica la fuente originaria de la paz: Dios».
Para finalizar, el obispo resaltó las obras que encaminan a la paz por medio de las bienaventuranzas:
«Felices los que como el buen samaritano se hacen cargo de su hermano golpeado, herido y dejado medio muerto en el camino.
Felices los que como el cirineo ayuda a su hermano a levantar y llevar la cruz de cadad día.
Felices los niños y los que son como niños porque tienen capacidad de dar y de recibir ternura, porque nos recuerdan somos siempre hijos y hermanos y así nos libramos de la tentación de querer ser como dioses.
Felices los que reconocen el potencial amoroso de los jóvenes porque ellos nos enseñan que compartiendo sus cinco panes y sus dos pescados se soluciona el problema del hambre y se contribuye a la paz.
Felices las familias que asumen el compromiso de ser escuela de los artesanos de la paz.
Felices los abuelos y los bisabuelos porque con su sabiduría entrañable nos enseñan a soñar y a aterrizar nuestros sueños en proyecto posibles y realizables.
Felices los que saben escuchar y responder a los gritos de los descartados, de las mujeres, de los jóvenes, de los excluidos y de los pobres.
Felices los que están al lado de los huérfanos, de las viudas, de los migrantes, de los refugiados, de las víctimas de las guerras, las persecuciones y las injusticias, de los débiles, de los prisioneros, y de los torturados en cualquier parte del mundo.
¡Felices porque será grande la recompensa que recibirán en el cielo!»
Concluido el discurso, finalizó el festival con el “Himno a la alegría” y la canción “Cielito lindo”.
Por: Juan Diego Camarillo