Si se les pregunta a los padres de familia qué es lo que más anhelan para sus hijos, la mayoría responde algo relativo al “éxito”.

La palabra éxito viene del latín exitus, que significa “salida”; y en castellano se entiende como aquello que llega a su fin habiendo obtenido buenos resultados.

¿Cuál éxito?

Así que el éxito se puede alcanzar en miles de circunstancias. ¿Pero cuál es el punto al que suelen referirse los progenitores? Generalmente al dinero, pues nadie quiere ver a sus hijos en una situación paupérrima sino que, por el contrario, alcancen una seguridad financiera que les permita llevar una vida sin preocupaciones.

Pero, con todo esto, el mundo termina atrapado en la idea de que es más exitoso el que más riquezas logra conseguir. Y no se medita en los abundantes casos de gente rica y famosa cuya infelicidad la lleva a convertirse en adicta a los sedantes, al alcohol y a las drogas.

Los fracasados

Esta forma inconsciente de idolatría hacia el dinero suele ser un obstáculo frecuente cuando alguno de los vástagos decide abrazar la vida consagrada; los papás no entienden cómo esa hija tan inteligente y con un doctorado en ciencias avanzadas puede renunciar a la posibilidad de ganar un Premio Nobel de Física para abrazar los votos de pobreza, castidad y obediencia; o que aquel otro hijo haga lo mismo, en lugar de continuar su camino hacia una lucrativa carrera como futbolista profesional.

Si para el mundo el hombre exitoso es el rico, luego entonces el que no avanza hacia esta meta o, peor aún, el que no intenta perseguirla o ni siquiera la anhela, es un fracasado.

Pero la pregunta clave es: ¿Dios piensa lo mismo?

La Sagrada Escritura, en el libro de la Sabiduría, hablando del justo y de cómo era mal entendido en este mundo, pero cómo era visto por el Todopoderoso, dice:

  • “Entonces el justo se presentará seguro de sí mismo frente a los que lo persiguieron y que redujeron a nada todos sus esfuerzos.
  • “Al verlo comenzarán a temblar de un miedo inmenso, asombrados de ver que se ha salvado contra toda esperanza. Llenos de remordimiento, se dirán, muy angustiados, y con gemidos: ‘Éste es al que tomábamos para la risa, el objeto de nuestro escarnio: ¡qué imbéciles éramos! Su vida nos parecía una locura, su muerte nos pareció el fracaso final.
  • “‘Y véanlo ahora entre los hijos de Dios: ¿Cómo fue que recibió su lugar entre los santos? ¡Cómo nos equivocamos lejos de la verdad! (…)
  • “‘¿De qué nos sirvió nuestro orgullo? ¿De qué nos valió la riqueza de la que tanto nos enorgullecíamos?
  • “‘Todo eso pasó como una sombra, como un rumor que se disipa, como el navío que corta la espuma del mar, y de cuyo paso no queda huella alguna, ni marca de su quilla en las olas’” (Sabiduría 5, 1-10).

TEMA DE LA SEMANA: “EL ÉXITO, SEGÚN EL MUNDO Y SEGÚN DIOS”

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 18 de septiembre de 2022 No. 1419

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