El padre Eric Morin, director de la revista francesa Cahiers Évangile, dice de manera irónica:

“Si quieres tener éxito en la vida, ¡más vale que no leas los Evangelios!

“Aquí está Jesús, un hombre capaz de alimentar a cinco mil personas, de realizar múltiples milagros, pero que termina su vida crucificado como un criminal. No es un modelo de éxito muy alentador”.

El que no transa…

Los cristianos predican “a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos, locura para los gentiles” (I Corintios 1, 23). En cambio, en los ambientes mundanos esto es lo que se proclama: “El que no transa, no avanza”. Se ve, pues, como algo normal que la estafa o el despojo sea el camino ordinario para lograr el éxito, es decir, para encumbrarse dentro de la sociedad.

Cierto que también se puede alcanzar el éxito mundano sin necesidad de trampas y abusos. Pero habrá muchos que llegarán al final de su existencia sin haber siquiera rozado tal éxito.

No fue fracaso

Poco antes de morir, el teólogo, filósofo y sacerdote francés Yves de Montcheuil (1900-1944) escribió respecto del aparente fracaso:

“El fracaso es normal, ya que aquel que quiere entrar en el Reino de los Cielos se prohíbe a sí mismo toda una serie de medios que el adversario emplea”. Más aún: “Si el fracaso es debido al hecho de no haber querido emplear medios no conformes al Reino, no debe ser considerado un fracaso real; mientras que un éxito debido al empleo de las fuerzas del mal no es un éxito según Dios, sino una derrota”.

Dice el Señor: “¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde el alma?” (Mateo 16, 26).

El éxito verdadero

En el Evangelio el éxito verdadero es definido por lo que se alcanza para la eternidad.

Así que invita a no seguir “la corriente del mundo en que vivimos” (Romanos 12, 2), pues “los que quieren ser ricos caen en tentaciones y trampas; un montón de ambiciones locas y dañinas los hunden en la ruina hasta perderlos. Debes saber que la raíz de todos los males es el amor al dinero. Algunos, arrastrados por él, se extraviaron lejos de la fe” (I Timoteo 6, 9-10). Es el error de “toda persona que amontona para sí misma, en vez de acumular para Dios” (Lucas 12, 21).

En cambio, el Evangelio apunta incluso hacia un cierto tipo de perfección, al que algunos son llamados; como el joven rico al que Jesús dijo:

“Si quieres ser perfecto, vende todo lo que posees y reparte el dinero entre los pobres, para que tengas un tesoro en el Cielo. Después ven y sígueme” (Mateo 19,21).

No es malo tener o aspirar al éxito económico; el error es no usarlo para el bien y, sobre todo, acabar valorándolo por encima de Dios, quizá por miedo a quedar económicamente desamparados. Sin embargo, el Señor tiene la clave: “Busquen primero el Reno de Dios y su justicia, y todas esas cosas les serán dadas por añadidura” (Mateo 6, 33).

TEMA DE LA SEMANA: “EL ÉXITO, SEGÚN EL MUNDO Y SEGÚN DIOS”

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 18 de septiembre de 2022 No. 1419

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