PREGUNTA DE NIÑOS

El Cielo es el destino que Dios planeó para todos nosotros. Jesús nos dice: “En la casa de mi Padre hay muchas moradas… y voy a prepararles un lugar…, para que donde esté Yo estén también ustedes” (Juan 14, 2-3).

Pero, al morir, realmente esto no sucede para todos. A algunos el Señor les dirá: “Vengan, benditos de mi Padre” (Mateo 25, 34); mientras que a otros: “Vayan al fuego eterno…, porque tuve hambre y no me dieron de comer; tuve sed y no me dieron de beber; fui forastero y no me hospedaron; anduve sin ropas y no me vistieron; estuve enfermo y no me visitaron, encarcelado y no me fueron a ver… Cuando no lo hicieron con alguno de estos más pequeños, ustedes dejaron de hacérmelo a Mí” (Mateo 25, 41-45).

Jesús murió por nuestra salvación eterna, pero no nos obliga a aceptar esa salvación. Así que ir al Cielo o al Infierno depende finalmente del modo en que libremente decidamos vivir. Y entre los que se salven la mayoría pasará primero por el Purgatorio, un paso intermedio para purificarnos y entrar bien limpitos al Cielo.

Nosotros podemos ayudar a otros a salvarse. La Virgen se le apareció a tres niños en Fátima (Portugal), les mostró el Infierno y les dijo: “Recen, recen mucho y hagan sacrificios por los pecadores, pues muchas almas van al Infierno por no tener quién se sacrifique y pida por ellas”.

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 18 de septiembre de 2022 No. 1419

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