Por P. Fernando Pascual
No estamos seguros del tiempo que hará hoy, ni de la puntualidad de trenes y autobuses, ni de la duración de los beneficios de una vacuna, ni del plan económico del gobierno para asegurar el pago de las pensiones.
La vida está llena de incertezas. Algunas, sencillas, sobre lo que pueda ocurrir hoy. Otras, de más peso, sobre lo que pasará en los próximos meses o años.
Nos gustaría tener más seguridades, contar con un panorama estable y previsible, pero la vida escapa a las mejores planeaciones, y en cualquier momento pueden producirse cambios inesperados.
Necesitamos aprender a afrontar las incertezas con paz, para no caer en angustias dañinas. Es parte de la vida asumir los riesgos e imprevistos uno a uno, como llegan.
También necesitamos evitar el peligro de cierta dejadez y abandono, como ocurre cuando alguno piensa que, puesto que nada es seguro, no tendría sentido esforzarse por realizar los planes de cada día.
Aceptar las incertezas ayuda a ponernos en manos de Dios, para confiar en su providencia. Si Él cuida de los lirios del campo y de las aves del cielo, es seguro que se cuida de nosotros, aunque a veces tengamos poca fe (cf. Mt 6,25-34).
Este día inicia con nubes. No está claro si lloverá, o si tendremos un día más fresco pero sin lluvia. Tampoco está claro si el tren de las 7.30 llegará a tiempo o si tendremos retrasos en los siguientes trenes.
Lo que importa, al empezar este nuevo día, es abrirnos a Dios, estar atento para ver si podemos ayudar a otros, y emprender las tareas una a una, con nuestros mejores esfuerzos, y dejando luego los resultados en las manos de la providencia divina.
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