Durante su pontificado, Juan Pablo II fue especial aliado de la devoción a la Divina Misericordia y de Faustina Kowalska.
Estuvo involucrado desde que se iniciaron los procesos para elevar a los altares a la apóstol de la Misericordia. El entonces Arzobispo Wojtyla, ordeno al obispo Julian Groblicki iniciar la sesión solemne del proceso informativo sobre la vida y virtudes de Sor Faustina en 1965.
Como cardenal, finalizó el proceso dos años después, en septiembre de 1967. Estos documentos fueron enviados a Roma y como respuesta a ello, la Congregación para las Causas de los Santos dejó abierto el proceso de beatificación el 31 de enero de 1968.
Después de haber sido nombrado sucesor de Juan Pablo I, el papa polaco no dudó en compartir a toda la Iglesia la devoción a la Divina Misericordia. Dedicó una encíclica a este atributo de Dios llamada “Dives in Misericordia” publicada en 1980.
Años más tarde, Juan Pablo II promulgó el decreto que reconocía las virtudes heroicas de Sor Faustina, meses después, firmo el decreto sobre el milagro y fijó la fecha de beatificación para el 18 de abril de 1993 en Roma.
Pasarían unos años más para que el papa la proclamara santa, fue el 30 de abril del 2000 y en un día significativo, en el “II Domingo de Pascua” y que el Santo Padre instituyó desde ese día como el “Domingo de la Divina Misericordia”, indicación que fue tomada de las revelaciones que Jesús le hizo a la santa polaca.
Durante el pontificado de San Juan Pablo II, la iglesia fue testigo de su alianza con la Divina Misericordia y Sor Faustina, cumpliendo las encomiendas que Jesús le compartió para con la iglesia y que plasmó en su diario.
Hoy Santa Faustina sigue intercediendo por nosotros, incluso ella antes de morir sabía que iría a los altares con la confianza de que podría interceder por sus hermanos. «Haz lo que quieras, distribuye gracias como quieras, a quien quieras y cuando quieras». (Diario, 31).
Por: Juan Diego Camarillo