Por P. Fernando Pascual
La prensa tiene un papel clave para despertar, en la gente, el interés y la atención respecto de problemas que afectan a millones de personas.
Uno de esos problemas es el de la existencia de enfermos sin medicinas. En algunos lugares del mundo, cientos de miles de enfermos no tienen acceso a medicinas básicas, o a medicinas más específicas para situaciones delicadas.
La prensa podría hacer un trabajo sencillo y fácil en este tema al exponer, con frecuencia y profesionalidad, casos de personas concretas que no pueden comprar sus medicinas.
Hoy nos hablaría de un enfermo de diabetes que carece de medios para ir a un hospital, recibir un buen diagnóstico y comprar las medicinas adecuadas.
Mañana contaría la historia de una persona con problemas en la piel que podrían solucionarse fácilmente con pomadas y pastillas que ahora no puede comprar.
Otro día presentaría el caso de quien tiene un tumor y, tras recibir diversas sesiones de quimioterapia, no tiene lo necesario para conseguir medicinas paliativas que alivien los efectos colaterales de su tratamiento.
Este tipo de narraciones, ofrecidas desde el respeto a la privacidad de las personas y con un deseo concreto de promover decisiones que las ayudan, despierta interés y abre los ojos a dramas muchas veces olvidados.
Es cierto que noticias dramáticas de desapariciones, crímenes pasionales, robos espectaculares, reciben una atención enorme de la gente y atraen lectores a la prensa.
Pero hechos interesantes por su contenido extraordinario no deben ocupar casi todo el espacio de los medios de información, que pueden hacer mucho para ayudar a comprender historias dramáticas de personas que sufren por falta de medicinas.
Gracias a una adecuada atención informativa, esas personas no solo saldrán de su anonimato, sino que experimentarán un gran alivio si las autoridades, la sociedad civil, y un bueno número de personas particulares, les ofrecen medicinas, y, quizá aun más importante, cariño y cuidados concretos y eficaces.
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