Por Mario De Gasperín Gasperín, obispo emérito de Querétaro
La homilía es la piedra de toque para evaluar la cercanía y capacidad de encuentro del Pastor con su pueblo… Son muchos los reclamos en relación con este ministerio y no podemos hacer oídos sordos (Papa Francisco). Se advierte la necesidad de cualificar las homilías de los sacerdotes, a fin de que sean de mayor profundidad y significado para la vida (CEM, Consulta Sinodal Diocesana). Ofrecemos esta Guía práctica para su preparación en grupo.
- Oración inicial. Invocación al Espíritu Santo. Puede ser la antífona del salmo de entrada.
- Escuchar la Palabra. Se leen todas las lecturas de la liturgia dominical, el salmo responsorial, el verso del aleluya y la antífona de la comunión.
- Primera aproximación al mensaje. Señalar, sin mayor explicación, los posibles “temas” de los textos leídos: la oración, el perdón, la paz, etcétera. No discutirlos, sólo tenerlos presentes.
- Segunda lectura reposada de los textos, en este orden: 1ª lectura y Salmo (AT); Evangelio (NT); 2ª lectura (Hechos, Cartas, Apocalipsis). Atención: El Evangelio aparece como “cumplimiento” de la primera lectura, y la segunda refleja la vida de la comunidad y suele seguir su propia temática.
- Interpretación. Se procede a “introducirse” en el contenido de cada lectura (exégesis elemental): a) Se determina el “género literario”: parábola, doctrinal, exhortación, legislativo, etcétera. Esto ya condiciona, en cierto grado, el “tono” de la homilía. b) Cada uno hace su aporte sobre el contenido (sentido literal) del texto leído. Se pueden releer los textos. No se trata de discutir, sino de compartir. Se puede preguntar sobre alguna duda y alguno ofrecerle una breve, muy breve, explicación.
- Mirar la realidad. Se procede a “confrontar” el mensaje descubierto con los hechos más significativos de la vida: Los Signos de los tiempos. Cada uno puede señalar el hecho más relevante o urgente del momento. Aquí se trata de algo muy importante: de iniciar el “discernimiento”.
- Sugerencias. Con toda esta riqueza se puede proceder a hacer un pequeño esbozo, de la homilía: Alguno puede intentarlo, sólo como sugerencia, que quizá agradezca el presbítero.
- Cumplimiento. Se procede a ver cómo esa “palabra” recibida en la Escritura y en la Vida se “cumple” o actualiza en el HOY de la celebración. Cómo esa “palabra en proceso” se “hace sacramento” en la Eucaristía. La clave interpretativa puede encontrarse en la antífona de la Comunión. Es ya la fiesta.
- Homilía. Finalmente, con toda esta riqueza cada presbítero hará su homilía, teniendo en cuenta las necesidades de su comunidad. Aquí se afina el discernimiento y la sabiduría del Pastor mediante el recurso a la oración y meditación, la lectio divina, durante el resto de la semana.
- Palabra encarnada, viva y eficaz. En todo este proceso se trata de que hable el texto sagrado como “palabra haciéndose” en la historia de salvación. Se escucha la palabra del Padre en la Historia, la voz del Hijo en la Encarnación y la voz del Espíritu en la Iglesia. El presbítero es así “servidor”, no dueño de la Palabra. Tenga en cuenta, por tanto, que también los “signos” hablan: dicción, ademanes, vestidura, lenguaje: “Todas las miradas estaban fijas en Jesús”, anota san Lucas, y “todos lo aprobaban y estaban admirados por aquellas palabras de gracia que salían de su boca”.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 23 de octubre de 2022 No. 1424