Por Arturo Zárate Ruiz

Hoy se nos invita a todos a dialogar para ponernos de acuerdo, construir un entorno de paz, saber unos de otros, vivir la tolerancia, lograr que la sociedad sea “inclusiva”, entre otras metas. No niego que dialogar sea muy importante, ciertamente lo es para enriquecer la vida matrimonial y familiar, pero no aplica a todo. Veamos algunos ámbitos en qué sí aplica y otros en qué no.

Aunque parezca innecesario recordarlo, el lenguaje es social y se aprende hablando, dialogando, con los demás. No es una invención individual. Es más, sin el trato con otros es difícil percatarse de sus muchos giros que, según la inflexión y la situación de nuestro interlocutor, se ofrecen. No es lo mismo que un niño goloso diga que es “malo” porque se comió un “durazno”, que lo diga Jorge Negrete con una sonrisota maliciosa en la boca.

Dialogar es escuchar

Debemos hacerlo. Por un mínimo de caridad, debemos percatarnos de la existencia de quienes nos rodean, aun de aquéllos que no nos quieren. No de otra manera conocemos lo que sienten y piensan los demás. Aunque no compartamos sus ideas, debemos aprender a ponernos en los zapatos de otros para entender lo que les sucede. En cualquier caso, aun san Simón el Estilita, quien se escondía en lo más alto de una columna para vivir en completa soledad, no pudo evitar las visitas. Por las obligaciones del amor, tenía que atenderlas, le agradasen o no. Vivimos en sociedad, y en sociedad seremos recibidos en el Cielo como Pueblo de Dios.

Vivir en sociedad es ponerse de acuerdo, dialogar sobre aquellos bienes que son elegibles. Si en grupo vamos a cenar, debemos acordar si será en el puesto de tostadas o en el de tacos. Si atendemos asuntos de la ciudad, los ciudadanos debemos decidir si se invertirán los impuestos en más y mejores escuelas o en más y mejores hospitales. Y si se construye un nosocomio, los mismos médicos sopesan si conviene invertir más en equipo terapéutico que en equipo de diagnóstico.

Pero Platón, muchos medievales y, hoy, no pocos profesores en universidades dialogan para deslindar qué idea es mejor para identificar la verdadera, no para escoger la preferida. Lo que nos indica ya que dialogar no es siempre acordar lo que simplemente nos gusta.

Obedecer

Y aunque hubiese preferencias, tienen sus límites. En sociedad, hay quienes gozan de autoridad, y quienes no. Un juez en el tribunal lo hace en su ámbito, como también un maestro en el salón de clase, los papás en casa, el cura en su parroquia, etc.

Ellos pueden consultarnos y dialogar con nosotros sobre los asuntos de su competencia. Pueden tomar en cuenta, si así lo creen pertinente, lo que decimos. Sin embargo, una vez que ellos toman una decisión legítima, apegada a la ley, a la moral y su campo de autoridad, es más, si en lo que ellos deciden estamos sometidos a su autoridad, debemos obedecer. Nada de seguir dialogando. Si un tránsito nos da la señal de alto, nada de avanzar. ¡Podemos causar un accidente! Si papá o mamá nos dicen esta noche no sales, a quedarse en casa. No vaya a ser que nos suceda lo que a Rosita Alvírez. Y aun cuando no nos fuera a suceder, ¡a obedecer!

Hay, en fin, asuntos que no se dialogan, sino que se reconocen tal cual son. Aunque el maestro de aritmética diga 2+2=6, 2+2=4. Aunque el de biología diga que el delfín es un pez, es mamífero. Aunque un hombre con reputación de bueno y de muy inteligente diga que un nonato humano es una amiba, es un ser humano que tiene derecho a vivir. Aunque un parlamento en forma unánime vote porque un hombre sea considerado mujer porque así lo prefiere, hombre seguirá siendo. Es más, aunque el más renombrado obispo o teólogo (los ha habido y todavía los hay) niegue la divinidad de Jesús y lo considere mero ser humano, Jesús es Dios. Los hechos y la fe se afirman, se reconocen como tales.

Nuestro Señor no dijo “vayan y dialoguen, pónganse de acuerdo, sobre las verdades de nuestra fe; establézcanlas así ustedes”. Dijo vayan y anuncien el Evangelio según lo han recibido de mí.

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 23 de octubre de 2022 No. 1424

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