Por P. Fernando Pascual
Hay momentos en la vida en los que pasa algo parecido a lo que hace un GPS o un programa de navegación en el móvil: hemos de reajustar y rehacer la “ruta”.
Si giramos en un lugar equivocado, o preferimos tomar una calle en vez de otra, el programa del móvil recalcula la ruta.
A veces nos dice que retrocedamos para encontrar la ruta que ese programa nos había propuesto antes. Otras veces construirá una ruta nueva, por calles y lugares antes no programados.
En la vida pasa algo parecido. Tenemos en la mente, a veces también por escrito, un plan para el día: a quién llamaremos, dónde iremos, en qué horario.
Un imprevisto nos hace perder el autobús. Un mensaje nos avisa por sorpresa que el médico de la cita está enfermo. Una llamada nos alarma con la noticia de la caída por las escaleras de un familiar querido.
Hay que recalcular toda la jornada. No iremos a ese hospital, sino a otro. No haremos por la mañana esa compra, sino por la tarde. No llamaremos ahora a esta persona, sino a otra.
Recalcular resulta posible, primero, porque conocemos diversas alternativas, porque tenemos ante nosotros opciones abiertas que antes habíamos dejado a un lado.
Segundo, porque tomamos nuestras decisiones desde ese panorama de opciones que identificamos como asequibles y útiles para alcanzar resultados que vemos como beneficiosos.
A veces recalculamos mal, y terminamos el día con la sensación de haber perdido el tiempo, de haber elegido acciones equivocadas, de no haber reflexionado lo suficiente antes de cambiar de planes.
Otras veces, desde la prudencia y con una mirada serena ante la multitud de opciones, si hemos recalculado bien lograremos alcanzar buenos resultados, sobre todo en temas importantes para uno mismo, para los familiares y amigos.
Este día puede transcurrir sereno, según el plan previsto. O puede sorprendernos con noticias y barreras que nos piden replantear muchas cosas.
Lo importante, a la hora de recalcular, es mantenernos serenos, pues cambiar de planes no es una tragedia cuando disponemos de alternativas para seguir adelante.
Sobre todo, a la hora de recalcular podremos recordar que existe un Dios que sabe llevarnos en el camino de la vida con sorpresas que, más adelante, reconoceremos como beneficiosas para nosotros mismos y para otros.
Imagen de Steve Buissinne en Pixabay